La Universidad Estatal de Ohio tiene varios programas trabajando en alternativas energéticas y en las últimas semanas lograron avances en una fuente inesperada: las heces de vaca. El estiércol y los desperdicios orgánicos han sido material de estudio desde hace muchos años, principalmente para extraer metano como una alternativa para reemplazar al gas natural en sistemas de calefacción en comunidades rurales y granjas o bien como combustible para pequeños generadores eléctricos, pero esta vez los estudios buscan eliminar el uso de gas de la ecuación y generar electricidad de una manera más directa.
Un grupo de alumnos trabajando con la profesora Ann D. Christy logró descifrar el funcionamiento bioquímico para transportar energía usado por una bacteria hallada en el herbario de los rumiantes. El herbario es la primera de cuatro etapas que componen el estómago de estos animales y es donde se inicia el proceso de los vegetales para iniciar su digestión. El metabolismo de las bacterias permite que generen pequeñas cantidades de electrones cuando se les pone en contacto con el ánodo de la batería, mientras que en el cátodo secoloca un oxidante químico para cerrar el circuito eléctrico. De acuerdo con Christy, medio litro de un cultivo bacterial en los jugos del herbario pueden generar 600 milivoltios de electricidad, que es menos de la mitad de lo que genera una batería AA.
Algunos estudiantes descubrieron que podían utilizar los desechos fecales del mismo modo que el fuído herbario y montaron un pequeño dispositivo con varias de estas baterías para recargar pilas comunes. Otros proyectos similares se llevan a cabo en diferentes instituciones educativas. Por ejemplo, la Universidad Estatal de Pennsylvania trabaja en una forma de hacer que las plantas de tratamiento de agua sean autosuficientes y generen energía derivada de las bacterias halladas en el agua del drenaje de las ciudades. Sin embargo, el equipo dirigido por el Profesor Bruce Logan sólo ha conseguido producir una mínima cantidad de energía, insuficiente incluso para encender un foquito de árbol de Navidad.
Tal vez el reciente trabajo del Dr. Ki Bang Lee, del Instituto de Bioingeniería y Nanotecnología de Singapur pueda ser de utilidad para el profesor Logan. Lee, quien trabajo en instrumental para análisis médicos de uso desechable, descubrió que podía utilizar la orina de las muestras médicas para provocar una reacción química que activaría una batería del tamaño de una tarjeta de crédito capaz de proveer de energía a sus kits de análisis por 90 minutos. Para la creación de la batería Lee colaboró con investigadores de la Universidad de California en Berkley, donde el Profesor Daniel Kammen dirigió al equipo encargado de construir las baterías. Dado el éxito obtenido con sus prototipos, Lee y Kammen buscan conseguir los apoyos necesarios para llevar su trabajo a otros campos, pensando incluso en usos más comerciales.
En la Universidad del Este de Inglaterra en Bristol, Chris Melhuish, director del Laboratorio de Sistemas Inteligentes Autónomos está a cargo del proyecto del EcoBot, el cual utiliza moscas muertas como combustible para generar energía que le permite hacer análisis de su entorno, moverse lentamente y enviar información vía radio a una pequeña estación de enlace. Las moscas son usadas como alimento para una bacteria, utilizando un principio muy similar al de los ejemplos anteriores. Todos estos proyectos están en su fase inicial de investigación, pero sin lugar a dudas ofrecen una alternativa de energía limpia y amigable con el ambiente. Tal vez el día en que podamos generar nosotros mismos la energía que consumimos ya no esté tan lejano.
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