Volviendo una vez más al tema de la piratería y los precios de la música, la semana tuvimos una muestra más de la disposición de las disqueras a acabar con su propia industria.
El martes pasado, durante la inaguración de la Apple Expo en Paris, Steve Jobs, CEO de Apple Computers, declaró que algunas casas disqueras lo estaban presionando para subir el precio de las canciones en iTunes, la tienda virtual de música propiedad de Apple.
El precio actual de cada canción en iTunes es de 99 centavos de dolar, de los cuales 70 son para las disqueras propietarias de las canciones. Jobs criticó la postura de las disqueras afirmando que un incremento en el precio de las canciones podría provocar que el público volviese a recurrir a las descargas ilegales o a la piratería como una alternativa. Señaló que al vender las canciones a través de iTunes las disqueras podían prescindir de los gastos de promoción, empaque y traslados involucrados en la venta de discos.
La mayoría de los analistas coinciden en que iTunes representa para el consumidor promedio una mejor opción que las tiendas de discos dado que ofrece la posibilidad de comprar sólo una o dos canciones en lugar del album completo por una pequeña fracción del precio de este último.
Un par de días después se dió la reacción de la industria, de boca de Edgar Bronfman Jr., CEO de Warner Music. Bronfman criticó la postura de Jobs argumentando que no todas las canciones son creadas igual y por tanto no deberían tener el mismo precio. Demanda que exista un precio variable para las canciones, afirmando que no tiene intención de desaparecer el precio de 99 centavos, pero que sería mejor que los sencillos más populares tuviesen un costo mayor.
Pero Bronfman fue aún más lejos al afirmar que Apple ve a la industria discográfica simplemente como una forma de promocionar a su tienda virtual y generar mercado para el iPod. Por lo mismo, considera que Apple debiera compartir con las disqueras un porcentaje de las ventas de su popular línea de reproductores. Y, curiosamente, en medio de todos sus alegatos y declaraciones sobre el poco dinero que se mueve en su dirección, Bronfman no menciona una sola vez a los autores o intérpretes de las canciones, cuyos derechos se supone debiera defender.
Resulta paradójico escuchar a Bronfman decir que lo ideal es tener un precio variable cuando hace varios años, cuando estaba al frente de Universal Music, fue uno de los responsables de instaurar la política de Minimo Precio Anunciado (MAP, por sus siglas en inglés), la cual imponía sanciones a cualquier detallista o distribuidor que pretendiera anunciar un disco con algún descuento o precio promocional, creando así un precio fijo para su producto. El esquema de MAP fue retirado luego de que la Comisión Federal de Competencia de los EEUU la declarase ilegal.
Otra joya del pasado de Bronfman data de hace unos diez años, pues cuando su padre lo dejó a cargo de Universal había declarado que no estaba de acuerdo con los precios de los boletos de cine. Según él carecía de toda lógica que costase lo mismo una entrada para ver una película independiente con un costo de 2 millones de dólares o menos, que un blockbuster de 200 millones de dólares. Obviamente no recibió apoyo ni siquiera de los otros estudios de producción cinematográfica.
Esto me lleva a retomar un par de ideas propias. Creo que es necesario que las disqueras analicen cual será su papel en el futuro como responsables de comercializar la música de sus represantados, empezando por la validez del formato de album como su presentación preferente. Tal vez sea hora de echar un vistazo atrás a como se manejaba la industria a mediados del siglo XX. Los artistas producían sencillos que eran promocionados en radio y vendidos en discos conteniendo la canción en cuestión más un tema adicional como lado B. Una vez que un cantante o grupo acumulaba suficientes sencillos, estos eran recopilados en un album, que contenía todos los sencillos más sus lados B.
Por otro lado, la noción de una relación entre el costo de una película y el precio de los boletos me parece simplemente estúpida. Recuerdo que un primo expresó en alguna ocasión una idea similar, argumentando que no le parecía justo que una película independiente o con un elenco desconocido pudiera llegar a recaudar más dinero en taquilla que una superproducción hollywoodense con un elenco plagado de estrellas. Tal vez ni él ni Bronfman habían pensado en la posibilidad de tener precios diferentes en taquilla a cambio de una exhibición en un número equitativo de salas. Tal vez sería divertido realizar el experimento para ver si la gente preferiría ver una producción de Jerry Bruckheimer dirigida por Michael Bay y protagonizada por un par de estrellas establecidas y pagando $100 pesos por el boleto, o ver alguna película independiente de algún director respetado pero mayormente desconocido con actores buenos pero no famosos y pagando sólo $20 pesos por una entrada, con ambas exhibiendose en el mismo número de salas. No creo que los estudios lo encontraran tan divertido después de todo.
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