jueves, 13 de septiembre de 2007

The Bourne Ultimatum

Con The Bourne Ultimatum se completa la trilogía de cintas "basadas" en las novelas de Robert Ludlum protagonizadas por Jason Bourne.

Uso las comillas en "basadas" de forma intencional, pues me pregunto qué tanto hay que tomar de una obra para considerarla como la base de una adaptación o derivación de la misma, ya que en el caso de The Bourne Ultimatum podríamos reducirlo al título, el nombre del protagonista (incluyendo su verdadera identidad), el nombre código del proyecto secreto, y la dirección de un edificio que, por cierto, es mencionado sólo en la primera novela de la trilogía.

El resto de la historia es totalmente nuevo y pienso que el trabajo en esta película debe ser considerado como un guion original y no adaptado, al igual que las dos películas anteriores, pues ninguna sigue la trama original de las novelas. De acuerdo con el canon de las películas, Jason Bourne fue entrenado por una división secreta de la CIA y pronto se convirtió en el mejor asesino del mundo. Durante una misión sintió por primera vez el cargo de conciencia de lo que representaba su trabajo y no pudo eliminar a su objetivo.

Ese momento de vacilación casi le cuesta la vida, pero escapa con dos balas en el cuerpo y pierde la memoria. Ayudado por una mujer alemana llamada Marie, Bourne lucha por recuperar sus recuerdos y su humanidad. En la segunda entrega Bourne intenta reconstruir su vida al lado de Marie, dejando atrás su pasado y todos sus secretos, pero sus antiguos amos, ignorantes de su amnesia y sus intenciones de mantenerse lejos de ellos, intentan matarlo y en el proceso matan a Marie, forzándolo a utilizar todas sus habilidades para enfrentarlos, en un intento de cortar completamente con su pasado.


Así llegamos a esta tercera y aparentemente última entrega, donde Bourne, ya sin ataduras emocionales, busca desentrañar el misterio de su origen y recobrar la totalidad de su memoria. La película es redonda, tanto en sí misma como en relación a la saga, aunque debo confesar que no he visto The Bourne Supremacy, segunda parte de la trilogía. Y aun así la película funciona a la perfección por su cuenta, pues cualquier información de las películas anteriores que pudiese ser necesaria es explicada de forma clara y sin intervenir con la historia.

Fui a verla con mi hermano, que tampoco ha visto The Bourne Identity, primera de la saga, y ni así tuvo problemas para seguir la trama (con todo y que a veces es un poco lento para entender las cosas, pero eso es tema aparte), lo que habla muy bien del guión pues es una historia llena de vueltas de tuerca y en la que el pasado juega un papel importante.


Ya he mencionado lo poco que me agrada el trabajo actoral de Matt Damon en sus películas recientes, pero en esta ocasión cumple con su papel. Tal vez la ausencia de vínculos emocionales y el hecho de que su expresión no necesite revelar nada juegan a su favor, porque ni siquiera se esfuerza por aparecer como alguien emocionalmente muerto, como fue el caso en The Good Shepherd y sólo se ve como una máquina de pelear y matar entrenada para cumplir órdenes sin cuestionar sus motivos, y las pocas veces que requiere mostrar alguna emoción lo hace de forma naturalmente cansada o desencantada.

Sin duda que el rodearlo de actores veteranos y talentosos como David Straitharn, Joan Allen, Albert Finney y Scott Glenn, además de una breve participación de la siempre menospreciada Julia Stiles, fue de gran ayuda para el director. Straitharn interpreta al director operativo de la CIA que tiene a su cargo tratar de localizar y, de ser posible, eliminar a Bourne sin importar el precio, en tanto que Allen representa el lado amable de la CIA, una persona a quien escandaliza el secretismo que impera en la organización y se opone al libre e impune uso de la violencia como medio para resolver los problemas.

Glenn y Finney tienen partes casi tan pequeñas como la de Stiles, pero hacen que cada momento cuente. Glenn representa a la cabeza de la CIA y como tal es el más interesado en ver a Bourne fuera del mapa, en tanto que Finney es el médico a cargo del programa de acondicionamiento de asesinos y tiene una presencia constante debido a su papel en el origen de Bourne.

El guion y su realización son un perfecto ejemplo de cómo hacer un thriller de intriga o espionaje con una perfecta y balanceada mezcla de acción y desarrollo argumental, ejecutada además de forma inteligente sin por ello llegar a ser pretenciosa.

Paul Greengrass es un director británico con gran experiencia en televisión, sobre todo en la realización de documentales, pero su gran éxito en cine se dio apenas el año pasado con el estreno de la excelente Flight 93, que sigue la historia del vuelo 93 de American Airlines, secuestrado el 11 de septiembre de 2001.

Antes de esa película su único crédito como director de cine era The Bourne Supremacy, y si en ella hay al menos indicaciones de lo que haría en Flight 93 y The Bourne Ultimatum sin duda será necesario cazarla en DVD. Una técnica muy usada en su trabajo en documentales es el de filmar con la cámara al hombro, sin dollies o grúas, y Greengrass la ha sabido adaptar de gran modo a su trabajo de ficción, dando a su trabajo un cierto aire de realismo que ayuda al espectador a situarse dentro de cada escena sin ningún problema.


En resumen, The Bourne Ultimatum es una muy buena película que puede atraer a los amantes de la acción, el suspenso, el espionaje, o cualquier combinación de ellos. Tal vez mi única reserva sea lo abierto del final, pues no sería de extrañarse que el estudio pretendiera continuar con la franquicia.

Si a alguien le interesa, podría dedicar un texto a resumir la historia en las novelas de Ludlum para fines de comparación. Entiendo la razón para cambiar la trama, pues las novelas dependen de la Guerra Fría para plantear la situación, pero no deja de extrañarme que se mantenga la pretensión de adaptar las novelas cuando es claro que no es así. Además, puede que The Bourne Ultimatum sea una de las pocas veces que me gusta más una película que el libro, pues el tercero de la saga es insufrible y quizás mi apreciación de Ludlum sería mejor de no haberlo leído.

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