lunes, 16 de mayo de 2005

Kingdom of Heaven: El Reino de los Cielos

Esta es la segunda parte de mi comentario/reseña de Kingdom of Heaven (Cruzada). La primera, un poco más formal y objetiva pueden leerla en este enlace, mientras que este texto es una aproximación más personal al contenido de la película.

Sentemos algunos precedentes. Como casi cualquier varón de mi generación (y supongo que muchos de otras), crecí rodeado de historias de aventuras, magia y fantasía. Superhéroes, guerreros, bárbaros, hechiceros, piratas y demás arquetipos de aventureros fueron parte importante de mi infancia, al igual que los caballeros. Las historias de caballeros protegiendo princesas o defendiendo al reino de dragones, brujas y hechiceros han sido parte de mi vida desde que tengo memoria.

Una de las primeras películas de Disney que atraparon mi atención fue La Espada en la Piedra, que muestra a Merlín preparando al joven Arturo para convertirse en el líder que algún día será leyenda, y ahí comenzó mi interés por temas que aún hoy día merecen mi atención: El mito de Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda. El idealismo y código de conducta de los caballeros. Y una fascinación por las espadas y la filosofía de combate que acompaña el uso de las mismas.

Dos de esos tres temas son abordados en Kingdom of Heaven. El idealismo de los caballeros es representado por Balian, Godfrey y Tiberias (además de que Scott y sus guionistas tienen la sensatez de mostrar el lado opuesto via Chatillon y Lusignon) y forma parte central de la historia, mientras que la atención al detalle que Scott pone en su trabajo permite apreciar algunos puntos finos del combate con espadas.

Algo que al parecer molestó a mucha gente (me sorprendió la enorme disparidad de opiniones sobre la película, desde sublime hasta "palomera") es la falta de profundidad, sobre todo en lo que se refiere a los personajes. Y a mí eso es algo que en ningún momento me ocurrió. La mayoría de los personajes son definidos, quizá de forma ligera, mediante unas cuantas líneas de diálogo o una reacción ante ciertas situaciones. Y a veces el espectador debe poner un poco de su parte.

No considero necesario que Tiberias narre en detalle las atrocidades que lo llevaron a abogar por la paz sostenida después de años de ser un guerrero. Me basta con la simple declaración de Balian "He perdido mi religión" para hacerme una idea de los cuestionamientos que se ha hecho. Y no puedo menos que maravillarme ante la visión de Baldwin y Saladin de lograr un auténtico Reino de los Cielos, donde todos los hombres puedan convivir en paz, como iguales.

La otra fuerte razón para disfrutar tanto de esta película es el balanceado manejo de la ideología de los protagonistas. En ningún momento vemos el cliché de "buenos" contra "malos", y es claro que la distinción no es obvia. Quizá de forma muy ligera, pero es clara la intención de mostrar que entre cristianos y musulmanes hay de todo, desde fanáticos capaces de cualquier atrocidad (en nombre de Dios, claro) hasta personas racionales que intentan evitar un innecesario derramamiento de sangre.

Algunos de los diálogos me parecen extraordinarios. Balian arenga a los defensores de Jerusalén y culmina su discurso diciendo: "No peleamos por estos muros. Peleamos por la gente que vive dentro de ellos". En otro momento hace una observación sobre la similitud entre las oraciones de una y otra cultura.

Scott parece decidido a hacer a un lado la religión y evitar que se convierta en el tema central de su película, lo que resulta particularmente atrevido de su parte tomando en cuenta que en primer lugar ésa fue la supuesta razón para pelear en las cruzadas. Sus temas parecen ser la humanidad y el honor, el espíritu humano y la búsqueda de la paz. Ideales que debieran ser tan importantes hoy día como hace ochocientos años.

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