Si echamos un vistazo a anuncios de revistas, televisión o cine anteriores a la década de los ochentas podremos notar algo: los actores, actrices y modelos de entonces eran más llenitas, más gorditos que los que aparecen ahora en los medios. ¿La razón? No tiene nada que ver con la alimentación ni con el cambio generacional, sino con otra muy simple: la televisión engorda. Visto de este punto de vista es un asunto de mera vanidad, ¿o no?
Veámoslo de esta manera: si un diseñador de ropa desea poner de moda los sombreros de ala ancha, lo que hace es que sus modelos utilicen unos sombreros enormes y con colores vivos que rayan en lo ridículo. La cosa es que el diseñador no espera que la gente de las boutiques empiece a vender los sombreros enormes, sino que les preste atención y digan algo como "el detalle del sombrero es muy bueno, vamos a tomar la idea pero adaptándola a algo más práctico, tal vez un sombrero más chico y con colores más conservadores". Los mismos diseñadores utilizan modelos superdelgadas para que lo que luzca sea la ropa, no la modelo, y para que no se vea "gordita" por televisión.
El punto es que el público en general ya no es tan suspicaz, y tiende a tomarse al pie de la letra todo lo que ve en TV. ¿Los resultados? El inicio de una cultura hedonista y que idolatra lo bonito aunque sea hueco, y que ensalza la exageración como método de puntualizar la individualidad.
Pero ojalá esto quedara aquí. El asunto de la figura delgada ha desatado una ola de adolescentes bulímicas y anoréxicas en todo el mundo, que utilizan desde dietas despiadadas de agua y apio hasta los servicios del cirujano más cercano para un extreme makeover privado. Corren las leyendas urbanas de tuberías corroídas en los baños públicos de mujeres por las cantidades absurdas de ácidos gástricos que se vierten a diario en los retretes (¡pobres de los cocodrílos de las alcantarillas!). Lo que si es cierto es que la autoestima de estas pobres mujeres -a quienes ya se han unido un "nutrido" grupo de metrosexuales y hombres gay- está por el piso al tratar de alcanzar estándares de belleza que son imposibles de mantener.
El colmo de este asunto son los comentarios que han salido sobre los nuevos servicios de Televisión de Alta Definición (o HDTV). En este sitio se puede ver una lista de las celebridades que mejor o peor se ven en este sistema y que hasta ahora se han "salvado" de ser vistas en su total imperfección gracias a la poca calidad que ofrecen los aparatos de televisión actuales. Dice el sitio (traducción libre):
No hay quien se escape de los lentes desnudos de la TV de Alta Definición. La imagen es tan clara que los signos de la edad y las imperfecciones de la piel son claramente visibles.
Claro... ¿por qué no echarle más leña al fuego? ¿Qué va a pensar una muchachita cuando le digan que ya ni siquiera Cameron Diaz es bonita? ¿Cuál es entonces el nuevo estándar de belleza?
Y la pregunta que hay que hacer es: ¿quién gana con todo esto? Los críticos de medios, por supuesto, que siempre tendrán un pedazo de tela -propia o ajena- que cortar, pero sobre todo las compañías de cosméticos, los cirujanos plásticos, las farmaceúticas que producen botox, los agentes que desean promover caras bonitas en lugar de buenos actores/actrices, las empresas que venden aparatos de ejercicios y productos milagrosos para bajar de peso en pocos días, y un largo y siniestro etcétera.
Parece que la tan esperada televisión de alta definición en lugar de desterrar la costumbre de tapar imperfecciones con maquillaje y luces al exponerlas, lo único que logrará es crear un nuevo estándar de 'belleza' más caro y difícil de alcanzar; aunque esto no debería sorprender a nadie: la televisión fue creada como un vehículo de cultura y educación, y hay que ver en lo que se ha convertido.