La semana pasada se divulgó en diversos medios noticiosos tanto deportivos como de información general una noticia que generó reacciones encontradas. La directiva del equipo de fútbol soccer Atletico Celaya, que actualmente compite en la Primera Division "A" del fútbol mexicano, anunció la contratación de la delantera de la selección femenil mexicana Maribel Domínguez como nuevo refuerzo del equipo para la próxima temporada.
Esto generó comentarios de apoyo, críticas y cuestionamientos de distintos sectores de la sociedad. Pero todo acabó este domingo cuando la FIFA negó la autorización para que la jugadora se convirtiera en la primera mujer en participar en una liga profesional varonil. FIFA argumenta que para eso existen ligas femeniles en diversas partes del mundo, y se disputa un campeonato mundial femenil. ¿O sería justo que Jared Borgetti o Cuauhtémoc Blanco pudiesen solicitar una oportunidad para ser el centro delantero titular de la selección femenil?
La respuesta de FIFA no fue sorpresa para nadie. Un par de días antes, una comisión médica del mismo organismo había informado que sus estudios indicaban que la desventajas físicas que enfrentaría una mujer jugando entre hombres eran demasiado grandes. Y es de entenderse. Sólo el tamaño y peso representan una enorme ventaja en muchos aspectos del juego, además de que también hay que tomar en cuenta la diferencia de potencia física entre ambos sexos.
Ganas, sabemos, no le faltan. ¿Pero sería eso suficiente para permitirle superar en un sprint a un defensor contrario? ¿O para ganarle un balón por alto a un defensa 20 ó 30 cm. más alto y 20 ó 30 kg. más pesado? Lo dudo. Y eso sin tomar en cuenta el riesgo de sufrir una lesión de seriedad en alguna jugada de fuerte contacto físico, las cuales no son extrañas en el fútbol y menos en la posición de delantero.
Las reacciones a esta negativa no se hicieron esperar. Diputadas perredistas alegan que se trata de una muestra de machismo y misoginia de parte de la FIFA y alegan que se debe formar un grupo activista para presionar a la Federación, o bien que es necesario promover la creación de una liga femenil profesional donde las mujeres tengan acceso a una promoción y remuneración económica similar a la percibida por los hombres. Y en todos los casos están equivocadas.
Alrededor del mundo el deporte en general parte de un principio de equidad competitiva. Esa es la razón por la que existen divisiones y categorías, para asegurar que la competencia sea lo más justa posible. ¿No sería ridículo ver a un boxeador peso mosca disputar el titulo del mundo a alguien del tamaño de Mike Tyson o Evander Hollyfield? ¿Y que hay del atletismo? Los mejores tiempos de Ana Gabriela Guevara no le darían ninguna oportunidad compitiendo con Alejandro Cárdenas, mucho menos ante corredores de primer nivel.
En el tenis se dio un caso tangencialmente relacionado. Venus y Serena Williams demandaban igualdad con los varones, pero sólo en el aspecto económico. Exigían que se igualara el monto de las bolsas para hombres y mujeres en los torneos más importantes del mundo, alegando que el espectáculo ofrecido era del mismo nivel. Tal vez se olvidaban -o se negaban a darse cuenta- de que el espectáculo es similar en calidad más no en cantidad, pues que los hombres juegan de tres a cinco sets y las mujeres sólo de dos a tres, y eso sin considerar la oferta y demanda.
La mayoría de los deportes profesionales dependen, económicamente hablando, de los patrocinadores y comercialización de los eventos. Las Williams asumían que verlas jugar por televisión resulta igualmente atractivo para el espectador que un encuentro varonil, pero la transmisión no duraría lo suficiente para contener una cantidad de anuncios similar a los que aparecen durante un partido de la rama varonil.
Y ése es el mismo problema que enfrentaría una liga femenil profesional de fútbol. Tendría que haber empresarios dispuestos a invertir en el proyecto y se necesitaría generar interés en patrocinadores y anunciantes. Del mismo modo, habría que asegurar una audiencia que hiciera rentable que las grandes televisoras se involucren en su transmisión. Y eso, en un país tradicionalmente machista como lo es México, no es nada fácil.
En fin. Este comentario tiene como único fin exponer un punto de vista personal, por lo que espero no sea tomado como misógino o machista por cualquier mujer que pudiese sentirse menospreciada por las ideas que expongo. En cuanto al tema de la igualdad, siempre he pensado que no debe interpretarse literalmente, pero eso es otro tema y tal vez merecería ser tratado a fondo de manera independiente.