Desde hace muchos años parece deporte entre algunos lectores de cómics, en especial de superhéroes, hablar mal de Stan Lee de forma desinformada. Se mofan de su afán de auto-promoción y de su gusto por ser el centro de atención, menospreciando su labor de décadas en el medio del cómic. Dicen que Marvel es lo que es por el trabajo de Jack Kirby, Steve Ditko y otros artistas que, en efecto, son gigantes por derecho propio.
Pero parecen olvidarse de que el cómic es un medio colaborativo en que la suma de las partes siempre será superior a los aportes individuales de sus creadores. Stan Lee fue pieza fundamental para el cómic de superhéroes en la década de los sesenta, no sólo como escritor, sino también como editor. Sin él, o sin su trabajo, el género no hubiera crecido y evolucionado de la forma en que lo hizo hasta convertirse en sinónimo de "cómic".
Un ejemplo claro de sus aportaciones lo encontramos en Spider-Man, el más obvio de "sus bebés" si hay alguno que pudiera destacar como tal. Un héroe adolescente que no era sidekick ni asistente de nadie. Uno con problemas cotidianos con los que cualquiera puede identificarse. Alguien tan preocupado por cumplir con las tareas escolares o poder pagar sus cuentas como por detener villanos o enfrentar las amenazas contra su ciudad.
¿Por qué entonces el aparente odio hacia Stan Lee entre algunos "fans" de cómics? No lo sé, y sólo puedo asumir que es por ignorancia.
Sí, hay que reconocer y celebrar el trabajo de muchos otros, tanto artistas como escritores, pero ¿por qué hacerlo en detrimento de Stan? Olvídense de comentarios mezquinos y discursos de odio que sólo los hacen ver como ignorantes ociosos con ganas y tiempo de jugar al trol. La vida y obra de Stanley Lieber, mejor conocido como Stan Lee, es digna de toda clase de celebraciones y homenajes aquí y ahora, en vida.
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