En el mundo del cómic existen autores que tuvieron una mano en la creación de grandes propiedades que hoy día siguen vigentes y se les considera como leyendas. Eisner, Romita, Buscema, Toth, Kirby, Lee, Wood y varios más caen en esta categoría, y la admiración y respeto hacia ellos y su trabajo crece con el paso del tiempo.
Así que de entre la camada de talentosos autores surgidos durante los años 70 que alcanzaron su mayor nivel de popularidad en la década siguiente, el caso más interesante es sin duda el de Frank Miller.
Su trabajo en Daredevil y Batman le ganó la admiración de colegas y lectores. Romper con la acostumbrada subordinación de trabajo en las dos grandes editoriales para trabajar en proyectos propios como Martha Washington o Sin City en una editorial más pequeña, pero sin cerrar la puerta a volver a trabajar de vez en cuando en propiedades corporativas bajo sus propios términos le dio cierta aura de poder, convirtiéndose en uno de los pocos creativos que pueden decir que tienen influencia en la industria.
Pero quizás esa módica dosis de poder fue excesiva.
La obra de Miller siempre mostró detalles de su ideología política, y es común encontrar en su trabajo una fuerte carga de crítica social combinada con ideas sobre el poder del individuo, con una muy fuerte influencia del trabajo de Ayn Rand y su filosofía del objetivismo.
Pero los eventos del 11 de septiembre de 2001 provocaron una notoria radicalización de sus ideas. A pesar de un aire general de rebeldía en sus historias, algunos tintes fascistas y ultraconservadores asomaban de vez en cuendo. Algunas de sus historias más personales, como The Dark Knight Returns y Martha Washington, ofrecían una dura crítica a las políticas de la derecha estadounidense, pero el atentado en Nueva York cambió todo y la obra de Miller muestra un drástico contraste entre el antes y después de esa fecha.
El mismo autor que solía mofarse abiertamente de las políticas de Ronald Reagan y George Bush se convirtió en ferviente partidario y admirador de las acciones de George W. Bush. El político comentario subyacente en su obra pasó de ser nosotros (el pueblo) contra ellos (las autoridades, magnates y gente en el poder), a NOSOTROS (los estadounidenses) contra ellos (quienquiera que se atreva a meterse con nosotros). Al principio este cambio encontró resistencia en muchos de sus admiradores y en la gran mayoría de editores.
Tras la polémica generada por Dark Knight Strikes Back, publicada entre 2001 y 2002 y donde vimos por primera vez la nueva y radical actitud de Miller, se aisló un poco del medio. Volvió a DC en 2005 para realizar, al lado de Jim Lee, la serie All-Star Batman & Robin, donde su ideología quedó mayormente disfrazada tras el exagerado tono de sátira y farsa de la serie, que culminó a principios del 2008.
Mientras trabajaba en ella, Miller empezó a desarrollar su siguiente novela gráfica. En ella, tras frustrar un atentado terrorista en Gotham, Batman habría de perseguir a Osama Bin Laden y los terroristas de Al Qaeda. Su editor para ese proyecto iba a ser su amigo de muchos años Bob Schreck, pero éste dejó DC para lanzar Legendary Comics, sello propiedad del estudio cinematográfico del mismo nombre. Miller enfrentó dificultades para convencer a otros editores de permitirle hacer ciertas cosas, así que cambió su historia y la llevó a Legendary.
El autor se refería a Holy Terror, Batman! como un vehículo de propaganda, comparando su historia con aquella portada en que el Capitán América golpeaba a Hitler. En una entrevista realizada en 2006 para conmemorar el aniversario de la caída de las torres gemelas, Miller dijo:
“Por primera vez en la vida sé lo que se siente enfrentar una amenaza existencial. Nos quieren muertos a todos. Ahora entiendo a qué se referían mis padres. El patriotismo no es un concepto viejo y sentimental. Es instinto de conservación. Creo que el patriotismo es esencial para la supervivencia de una nación.”
Bastante claro, ¿no? Cómo mencioné antes, para él todo se redujo a Ellos contra Nosotros. Lo peor del caso es que cuando finalmente apareció Holy Terror, no era un buen cómic. Vaya, no era ni siquiera un buen panfleto propagandístico. El estilo de dibujo de Miller siguió su transformación hacia un trazo más caricaturesco, pero sus excesos narrativos hacen imposible tomarlo en serio, aún asumiendo que se trate de una sátira o de una historia en tono de farsa.
Y respecto a cambiar su historia, bueno, si quitarle las orejas de la capucha y el murciélago del pecho bastan para que el protagonista, The Fixer, no sea Batman, pues sí, no era una historia de Batman. Aunque tratar de no pensar en Natalie Stack como un sustituto de Catwoman se vuelve muy difícil luego de verla interactuar con The Fixer exactamente de la misma forma en que Selina Kyle lo hacía con Batman en las páginas de All Star B & R. Y esa serie es el ejemplo perfecto del daño que Miller ha hecho a la versión moderna de Batman.
En el pasado hubo varias historias en que el Hombre Murciélago mostraba actitudes que rayaban en el fascismo, pero esa interpretación de Miller no dejaba dudas al respecto. El principal problema es que, de haber contrastado esa abierta actitud intolerante contra todo lo que conocíamos previamente del personaje, puedo haber resultado una historia interesante, pero Miller decidió ignorar cualquier otra interpretación de Batman, incluyendo al viejo necio e idealista de The Dark Knight Returns.
Hace unos años hubo cierta polémica por sus comentarios sobre las películas de Batman dirigidas por Christopher Nolan, pero lo curioso es que ni siquiera las estaba criticando por lo que eran. El único problema de Miller con esa exitosa, imperfecta y criticable saga cinematográfica era que NO eran fieles a SU visión del personaje.
¿En qué momento Batman se convirtió en propiedad de Miller?
Más allá de que el personaje pertenezca a la corporación Warner, resulta llamativo el sentido de apropiación que el autor parece sentir por el personaje. No es una creación suya. Sí, su trabajo es tan importante para el desarrollo de Batman como lo fue en su momento el de Bill Finger, Dick Sprang o Jerry Robinson, pero no veo por qué debiera ser considerado más importante que el de Denny O’Neil, Neal Adams, Doug Moench, Ed Brubaker o Greg Rucka, por mencionar a algunos.
Más que su actitud, me sorprende la gran cantidad de lectores que parecen darle la razón. Pareciera que toda una generación asumió que lo hecho por Miller en TDKR y Year One es la versión definitiva del personaje, y cualquier cambio o variación debe entenderse como una desviación de la legítima naturaleza del hombre murciélago, y por tanto, es inaceptable. A menos, claro, que venga del propio Miller, tal y como ocurrió con All-Star B & R, que convirtió a Batman en un personaje de un mundo muy similar al presentado en las páginas de Sin City.
He escuchado a fans hablar de cómo fue que gracias a Miller quedó atrás el Batman gordito y bonachón de la serie de TV de los sesenta. Parecen ignorar que más de quince años antes de Miller, Denny O’Neil y Neal Adams regresaron al personaje a sus raíces oscuras y “realistas”. Hay quienes dicen que Tim Burton tomó su trabajo como base para su versión fílmica (lo que suena incluso tonto), o que Paul Dini y Bruce Timm quisieron capturar su trabajo en Batman: The Animated Series, cuando en realidad lo que hicieron fue tomar lo mejor de distintas etapas del personaje.
Miller suele recibir crédito por elementos de la mitología de Batman como el collar de perlas de Martha Wayne o la apariencia del Crime Alley, lugar de la muerte de los Wayne, e incluso hay quienes afirman que la personalidad e historia de Alfred no estaban definidos hasta que llegó él y que la relación entre Batman y James Gordon tampoco existía antes de que él “arreglara” las cosas. Parecen ignorar que casi todos esos elementos vienen desde la Edad de Oro, e incluso son parte de lo que hicieron Bill Finger y los artistas fantasma de Bob Kane.
Lo más curioso es que Miller parece disfrutar el exagerado crédito que recibe a costa de otros autores, y eso no está bien. Menos aun si viene de alguien que enarboló la bandera de defensor de Kirby y otros artistas de su generación, a quienes asumía como abusados por las editoriales y olvidados por los fans (lo cual, por cierto, era cierto). Sus aportaciones a la mitología del personaje son importantes, pero no hay razón para tomarlas como la versión definitiva del personaje.
Lo único que dejó su interpretación de Batman en All-Star fue una generación de lectores que no saben nada del personaje y aceptan el trabajo mediocre de escritores demasiado holgazanes como para hacer bien su trabajo. Es muy común permitir que el personaje realice actos improbables, y la única justificación que se ofrece ante cualquier cuestionamiento sobre cómo pudo hacer tal o cual cosa es un hueco y tonto “porque es Batman”, que como chiste puede ser divertido de vez en cuando, pero al usarse “en serio” se vuelve bobo y mediocre.
Por eso no me queda más que decir, “Ay, Miller, cuanto daño le has hecho a Batman”.
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