Era de esperarse que tras el éxito de The Hangover empezaran a surgir en Hollywood otras comedias dirigidas a un público adulto pero alejándose de los sinsentidos de Judd Apatow y amigos.
Supongo que también era de esperarse que Todd Phillips se convirtiera en un director de perfil más alto y con acceso a proyectos más ambiciosos, pero la verdad es que nunca pensé que su siguiente proyecto fuera intentar convertir una clásica comedia de John Hughes en algo de un tono similar a The Hangover. Y sin embargo eso fue justo lo que hizo con Due Date (Todo un Parto).
La película cuenta las desventuras de Peter Highman (Robert Downey Jr) durante los días previos al nacimiento de su primer hijo. Peter es un arquitecto que se encuentra en Atlanta, Georgia por un viaje de trabajo. Al llegar al aeropuerto para volar a casa, en Los Angeles, tiene un desafortunado encuentro con Ethan Tremblay (Zach Galifianakis), un presunto aspirante a actor.
Con el único deseo de volver a casa sin meterse en problemas, Peter aborda su vuelo y descubre que Ethan va en el mismo avión. Un malentendido provoca que Peter sea arrestado por el Air Marshall y colocado en una lista de gente a quien no se le permite volar en los Estados Unidos. Su maleta, equipaje de mano y cartera estaban a bordo del avión cuando despegó, así que Peter está varado a cientos de kilómetros de su hogar sin equipaje, dinero o identificaciones.
Su única esperanza para llegar a tiempo a Los Angeles para el parto de su esposa (Michelle Monaghan) es aceptar la oferta de Ethan, quien también fue echado del avión, y viajar con él en un auto rentado. Sin saberlo, Peter se embarca en lo que será el viaje más estresante y agonizante de su vida debido a las vergüenzas y hostigamiento a que lo someterá Ethan.
Si la trama les resulta familiar, puede ser que alguna vez hayan visto Planes, Trains and Automobiles (Mejor Solo que Mal Acompañado), comedia dirigida por John Hughes en 1987, la cual fue protagonizada por Steve Martin y John Candy.
Martin hacía el papel de un hombre de negocios cuyo vuelo era cancelado en la víspera de Acción de Gracias y su única posibilidad de volver a casa a tiempo para la cena era compartiendo un auto rentado con un vendedor de cortinas para baño (Candy), quien debido a su torpeza y estupidez lo mete en toda clase de problemas durante el viaje.
Robert Downey no tiene mayor problema para interpretar su papel a la par de lo que hiciera en aquel entonces Martin, pero el papel de Galifianakis nunca genera siquiera una parte del carisma o simpatía que caracterizaba al de John Candy. La culpa no es sólo suya, claro, pues los guionistas, incluyendo al propio Phillips, parecen haber decidido que querían que repitiera a la letra a su personaje de The Hangover.
El resultado es una película medianamente entretenida, que si están del humor adecuado les puede proporcionar un rato de diversión, pero que al final resulta olvidable. Lástima, porque la paridad de estos dos actores en pantalla pudo haber dado para mucho más.
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