domingo, 24 de abril de 2005

Sir Paul...

Este es un texto que ha estado guardado por varias semanas. Y no es para menos, pues estoy consciente de lo que representan The Beatles para un importante sector de la sociedad y muy en especial para buena parte de la blogósfera mexicana y la comunidad web en general en nuestro país, pero es algo que necesito sacarme del sistema y quiero acentuar el hecho que se trata de una opinión personal que considero sería deshonesto tratar de disfrazar de uno u otro modo.

Detesto a Paul McCartney. Tal vez detestar sea un poco extremo, pero no encuentro palabras para expresar mi creciente desagrado hacia su persona. Y eso es algo que me gustaría recalcar: mi problema es con él como persona, no como músico o compositor. Como compositor es coautor de algunas de las más brillantes piezas de música popular del siglo XX. Mi simpatía por su entonces socio y cómplice creativo es algo que no he tratado a fondo pero he mencionado con anterioridad. Como solista sus logros parecen ser menores y siento que en los últimos años su trabajo no ha sido de tanto impacto.

Considero que el último auténtico himno pop que escribió fue My Brave Face, una colaboración con Elvis Costello, uno de mis músicos favoritos y con quien también coescribió Veronica, una de mis piezas pop favoritas; pero seguir vigente después de más de treinta y cinco años de carrera solista no es algo que pase por accidente. Como músico es innegable que es uno de los grandes bajistas del siglo pasado, y su habilidad para cantar al mismo tiempo que ejecuta sus elaboradas líneas de bajo es un talento que muy pocos pueden presumir. Pero como persona es un asunto completamente diferente.

Empecé a notarlo a principios de los 90, cuando visitó por primera vez la Ciudad de México para ofrecer dos presentaciones en el Autódromo Hermanos Rodriguez (el Foro Sol ni siquiera era un proyecto todavía). Y es que venía en plan de diva. Pidió no sé cuantos galones de agua purificada de una marca específica, una suite de hotel en la que ni siquiera durmió porque le desagradaba tanto nuestra ciudad que no sólo no quiso conocerla, sino que no quiso pasar aquí la noche. Alegó que le molestaba el smog, así que voló a Los Angeles al término de cada presentación. (Claro, porque L.A. es una ciudad muy limpia...)

Después de eso sucedieron cosas que empeoraron mi opinión sobre él. Algunos ejemplos:

Su ego. Quiso cambiar los créditos en las canciones de The Beatles. Quería que muchas, en vez del tradicional Lennon/McCartney, fueran McCartney/Lennon, olvidando que hizo un trato con John para firmar todas como equipo, sin importar el grado de colaboración o que alguna fuese escrita por sólo uno de ellos. Yoko, George y Ringo se manifestaron en contra, y tuvo que desistir.

Su enfermiza obsesión con el vegetarianismo. Una cosa es decidir cómo quiere llevar su vida, y otra muy distinta imponer sus hábitos a la gente que le rodea. Chris Whitten, el talentoso baterista que participó en la grabación de Flowers in the Dirt y lo acompañó en la gira Touring the Live Fantastic, renunció a su banda luego de que Maca regañó al grupo porque los sorprendió comiendo hamburguesas en un receso. (Whitten se unió a Dire Straits para su última gira, On the Streets, y desde entonces es un solicitado baterista de sesión que ha trabajado con Tom Jones, Johnny Cash, The Pretenders y The The).

Por mandilón. Entiendo que tener una esposa 25 años más joven que él lo haga cambiar su imagen, tanto en la forma de vestir como en teñirse las canas, pero no que permita que ella tome control de su carrera. Heather, la actual Sra. McCartney, se ha convertido en su manager, vocera y asesora de imagen, y dicen las malas lenguas que ahora hasta le dicta letras para sus canciones. Al anunciar su intención de volverse a casar, dijo que no dejaría de usar la sortija de su unión con Linda y que usaría ambas con el consentimiento de su nueva esposa. Pero, semanas después de la ceremonia, el primer anillo desapareció sin comentario alguno.

Por la imagen que proyecta. Su imagen de niño bonito y bien portado, la cual parece haberse esforzado en desarrollar y enfatizar desde que fue ordenado Caballero, es una de las principales razones para que exista la percepción colectiva de que The Beatles eran una banda de pop, ancestros lejanos pero identificables con muchos de los juveniles grupos vocales sin talento o gracia alguna que pululan por el medio musical, y todo mundo olvida que el grupo fue, desde sus inicios, una banda de Rock 'n' Roll.

Por último, el pasado 6 de febrero, McCartney fue parte de un espectáculo que cada año deja más que desear. Su actuación en el medio tiempo del Super Bowl no fue mala (tocó sólo temas clásicos del cuarteto, a excepción de Live and Let Die), pero se sintió fuera de lugar. El fútbol americano se caracteriza por su gran despliegue de adrenalina, y la idea de ver a setenta mil personas meciendo un encendedor o pancarta mientras escuchan Michelle es anticlimática. No lo culparé por ello, pero el segundo medio del juego fue uno de los más blandos de que se tenga memoria en años recientes.

El día del juego yo estaba con un grupo de amigos y el show se convirtió en tema de conversación. Todos estábamos de acuerdo en que no parecía una elección adecuada para el acto principal. En algún punto empezamos a especular con ideas sobre mundos paralelos o historias alternas, y yo comenté que de haber sido al revés, es decir, si Paul hubiese muerto y John siguiera con vida, tal vez habría sido posible disfrutar de una re-encarnación de la banda que cambió la historia de la música popular contemporánea. Algo en que pensar.

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