Ya que hablamos de películas que no son nuevas, ayer vi de nuevo The Last Castle (El Último Castillo), que cuenta la historia del General Eugene Irwin (Robert Redford) que tras una corte marcial es enviado a una prisión militar conocida como “El Castillo”. James Gandolfini es el Coronel Winter, oficial a cargo de la prisión. La condición de héroe de guerra de Irwin le merece un trato especial al principio, pero eso cambia al quedar en evidencia las diferencias éticas e ideológicas entre ambos personajes.
Destaco la actuación de Gandolfini, que crea a un personaje duro y creíble, un hombre que se sabe con poder y disfruta usarlo y abusarlo y no lo piensa dos veces para hacer a un lado a quien se interponga entre él y lo que quiere, pero nunca se parece a Tony Soprano.
Por su parte Irwin es un veterano de guerra, encerrado por haber desobedecido una orden directa, acción que causó la muerte de ocho soldados. Viejo y cansado, sólo desea cumplir su condena y retirarse a convivir con su familia por el resto de sus días, pero las acciones de Winter provocan que encabece una última misión: Derrocar al tirano dictador de este “castillo”.
La película tiene un sólo problema, pero es uno muy importante. El guion. La trama avanza a tropezones y se siente falta de ritmo. Algunos diálogos están plagados de clichés, y por momentos parece que la trama se desarrollara basada en una partida de ajedrez, pero en unos cuantos minutos resulta evidente que la idea no se integró del todo al guion, por lo que el espectador debe ir adivinando los movimientos en un tablero imaginario.
Esto puede deberse a la inexperiencia del escritor, ya que este es su primer trabajo producido. El personaje que más sufre a causa de los diálogos acartonados es el del General Irwin, ya que la forma de alentar la moral de sus “tropas” es a partir de alimentar su autoestima a fin de sacar al soldado y patriota que llevan dentro.
Por fortuna esta situación es compensada por Redford, que no da una de sus mejores actuaciones pero despliega carisma y presencia para hacer un decoroso papel. Delroy Lindo tiene una breve aparición pero es suficiente para dejar constancia, una vez más, de su gran calidad como actor, sobre todo si se trata de representar a una figura de autoridad.
Rod Lurie es un sólido director y realiza un trabajo competente pero por mucho inferior al de su anterior filme, The Contender (El Candidato, 2000). En general la película resulta bastante entretenida, sobre todo si uno está dispuesto a dejar pasar un par de incongruencias que se presentan durante el motín que culminará con la toma de la prisión.
Por desgracia el exceso de seudopatriotismo descarado interfiere con la película en muchos aspectos, pero tomando en cuenta los eventos de los meses anteriores uno no puede culpar a Lurie, de origen israelí, por tratar de cubrirse las espaldas al mismo tiempo que busca ganarse la simpatía de su audiencia. Buena opción con grandes actuaciones, pero que deja al espectador con la sensación de que algo le faltó para ser una gran película.
The Last Castle (El Ultimo Castillo)
E.E. U.U., 2001
Director: Rod Lurie
Guion: David Scarpa
Protagonistas: Robert Redford y James Gandolfini
JAC
Tratando de discernir como Kasparov pudo perder con Deep Blue.
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