Hace unos días Juan Pablo II hizo un llamado a los fieles católicos del mundo a no permitir que el consumismo “nos” lleve a olvidar el verdadero significado de las fiestas de esta temporada. Lo que me llama la atención es que este pronunciamiento se dio horas después de que un diario italiano, Il Giornale, reveló la existencia de una cafetería propiedad de la Iglesia justo ante la cúpula de San Pedro, en la terraza de la conocida catedral, uno de los puntos más conocidos de Ciudad el Vaticano.
La nota dio la vuelta al mundo en diarios y noticieros. Aquí y aquí hay un par de notas en inglés y acá una en español. Además, hace un par de semanas se celebró en el norte de la Ciudad de México (aunque algunos digan que en toda América Latina) la fiesta de la Virgen de Guadalupe, que convierte los alrededores de la Basílica en un auténtico tianguis donde se pueden encontrar antojitos y parafernalia guadalupana de todas clases por una no tan módica suma de dinero. O las contrapartes chinas, si uno decide economizar un poco.
Y esta clase de situaciones me recuerda algunas de las muchas razones por las que desconfío de la Iglesia Católica. Pueden preguntar sobre los costos y requisitos solicitados por la iglesia a quienquiera que vaya a celebrar una misa o ceremonia, o a quien hace poco se haya casado o realizado un bautizo o primera comunión. Hay que recordar también que el “Santo Padre”, cuando su salud se lo permitía, acostumbraba vacacionar en algún descanso alpino, esquiando junto a la crema y nata de los hombres de negocios más ricos del mundo.
¿Y por qué no? Es el líder de la transnacional más grande que jamás haya existido sobre la faz de la Tierra. Y como olvidarnos de aquellos templos ubicados en zonas de altos ingresos de la ciudad de México (Polanco y la Anzures, si no mal recuerdo) donde se dan facilidades para que los feligreses puedan dar diezmo y limosnas usando su tarjeta de crédito, tal y como cualquier prestador de servicios que se precie de su nivel hubiese hecho. Todo en nombre de dar un trato adecuado a su clientela.
Y lo único que se me ocurre pensar es, ¿Acaso cuando Jesús echó a los mercaderes del Templo, fue sólo para hacer espacio para los de casa?
acaso tendras el valor de combatir al mal de frente?
ResponderBorrarpuedes respoder eso?
Pues, por principio de cuentas, necesitaría una definición aceptable de lo que es el mal...
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