En los últimos años se ha alcanzado una gran diversidad temática en el mundo del cómic, pero es un hecho que los superhéroes siguen siendo el género más popular en este medio narrativo. Por otro lado, más allá del género, es muy común que las historias tengan un héroe y un villano, y el conflicto entre ellos es lo que alimenta a la historia.
Por eso me parece curioso que a veces se minimice la importancia de tener un buen héroe como protagonista, o incluso como antagonista, si lo que se busca es romper con los esquemas tradicionales. A veces pareciera que la línea entre héroes y villanos amenaza con desvanecerse, algo que me fue recordado hace algunas semanas por un tweet de Joe Hill, quien se preguntaba si alguien más había notado que Bruce Wayne cumplía con todos los requisitos para ser un villano de James Bond.
Tengo la impresión de que hizo el comentario con el mero afán de generar polémica, sobre todo considerando que lo siguió con una conversación donde preguntaba quién ganaría en un enfrentamiento entre Batman y Bond, donde además se manifestó a favor de un triunfo para el icónico agente del servicio secreto británico. Pero hay mérito detrás de su observación, además de que da pie a que uno se plantee algunas interrogantes acerca de lo que es un héroe, y esto va más allá de querer simplificar las cosas y pedir que la ficción popular se reduzca al tradicional choque entre el bien y el mal.
Está comprobado que las cosas suelen resultar mucho más interesantes cuando se cubre un amplio espectro de grises que si todo se toma como si fuera blanco y negro, pero creo que a veces se cae en los excesos, y eso tampoco es muy saludable.
En el caso de Bruce Wayne, se trata de un filántropo multimillonario con problemas para llevar una vida social y sentimental estable. Cuenta con un arsenal de peculiares inventos, que utiliza con la intención de cambiar al mundo para convertirlo en un mejor lugar. Si omitimos algunos detalles acerca de sus métodos y ponemos a discusión lo que sea que él considera como "un mejor lugar", creo que es evidente que reúne todo lo necesario para ser considerado como un peligroso megalómano en espera de una intervención heroica de parte de Bond o algún ‘héroe’ similar.
Y si pasamos al caso de Bond, podría argumentarse que es otro caso de megalomanía fuera de control, con el añadido de que ni siquiera tiene el poder económico para respaldar esa actitud, ya que en realidad se trata de un simple empleado bajo las órdenes de la burocracia de su país. Más aún, se trata de un asesino frío y despiadado, misógino y mujeriego, quien despliega un nivel de vanidad digno de llamar la atención. Si a eso le sumamos que trabaja para aquellos en el poder y que sus acciones suelen ir encaminadas a preservar el status quo, es necesario pensarlo dos veces antes de llamarlo 'héroe'.
Entonces, ¿qué es lo que nos atrae hacia estos personajes como héroes?
Volviendo a los superhéroes, el ejemplo más claro de lo que un héroe debe ser lo encontramos en el origen mismo del género, con el primero de ellos. Superman no es un héroe por sus poderes o por tratarse de un alienígena. Lo es porque fue educado para ser una persona decente y altruista, y como resultado de ello utiliza sus poderes y habilidades para ayudar a los demás de forma desinteresada, idea que, tristemente, muchos parecen encontrar anticuada y pasada de moda.
Otro ejemplo del héroe idealista sería el Captain America, quien en su afán de servir a los demás se sometió a experimentos gubernamentales, que terminaron por convertirlo en el soldado perfecto. Sin embargo, una vez más, lo que hace de Steve Rogers un héroe no es el hecho de que sea un humano casi perfecto, con un entrenamiento y disciplina que lo separan del resto de la humanidad. Es un héroe porque es un buen ser humano, preocupado por ayudar a los demás y evitar toda clase de injusticias.
Spider-Man es otra variación de lo mismo, pues a pesar de que existe cierto elemento de culpa y necesidad de redención detrás de sus acciones, en el fondo se trata de alguien que fue educado para ser una buena persona, lo que se ve reflejado en su incansable optimismo, en esa indoblegable convicción personal de que, no importa que tan mal estén las cosas, siempre habrá una manera de resolverlas. Poseer las habilidades y fuerza proporcional de una araña son, una vez más, sólo un elemento adicional, una herramienta que no altera la esencia de lo que es el personaje.
Es fácil entender el atractivo de esa clase de héroes, que funcionan como un modelo aspiracional, pero a lo largo de los años la ficción en general, cómics incluidos, parece haberse ido inclinando en una dirección diferente en busca de héroes que resulten atractivos para las masas. Durante una época la respuesta pareció hallarse en los llamados antihéroes, personajes que combaten la maldad, pero lo hacen en términos de iguales, con métodos y motivaciones que resultan cuestionables.
Ejemplos de un antihéroe sobran, y apuesto a que hay muchos de ellos que se cuentan entre los personajes favoritos de muchos lectores: Punisher, Deadpool, Harley Quinn y Lobo son sólo algunos de los más populares, y existen muchos otros personajes que parecen encontrarse en la línea que separa a los héroes de los antihéroes. Como podrán darse cuenta, esto es un tema que se presta para una discusión larga y tendida, así que dejaremos el tema de los antihéroes para la próxima entrega de esta columna.
Por lo pronto, me gustaría saber, para ustedes, ¿qué es un héroe? ¿Es correcto pensar que se trata de seres superfluos e irreales, y por ello es normal que pierdan popularidad ante personajes más oscuros? ¿O es un simple caso de flojera de parte de guionistas y editoriales, que prefieren alterar personajes que buscar buenas historias que contar con ellos?
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