sábado, 21 de julio de 2007

De vuelta... y sin Windows

Creo que pude elegir un título como "Misión Cumplida" o algo así, pero me pareció demasiado ominoso. El caso es que el disco duro primario de mi computadora decidió colgar los tenis. Después de discutirlo con mi hermano, decidimos que era un buen momento para decir adiós de una vez por todas a Windows, así que al reemplazar el disco dañado instalamos Ubuntu, una de las distribuciones más populares y amigables para el usuario de Linux.

Supongo que no es una experiencia exclusiva de nosotros la gran cantidad de problemas del omnipresente sistema operativo de Microsoft, así que no entraré en detalles. Desde hace años preferíamos usar programas y aplicaciones open source sobre las ofrecidas por Microsoft o sus socios comerciales. Por ejemplo: OpenOffice en lugar de MS Office, Firefox y Opera en vez de Internet Explorer, Quintessential Player en sustitución del Windows Media Player o Winamp, Gaim y GTalk en lugar de MSN Messenger, etc. Así que el cambio total de sistema operativo en realidad no parecía tan descabellado.

El cambio no fue tan fácil como anticipaba, pero valió la pena. La principal dificultad fue configurar las aplicaciones no incluidas en el sistema operativo, y que reconociera el módem. Hace un par de semanas contratamos internet de banda ancha (de donde se desprenden un par de anécdotas que tal vez comparta más adelante), lo que resolvió el problema del módem de una vez por todas.

En vez de reconfigurar el sistema para utilizar la conexión, opté por respaldar la información y documentos del equipo y reinstalar Ubuntu, lo que me permitió comprobar una de las características más atractivas del instalador: su capacidad para adaptarse al equipo. Una vez que inició la instalación y el programa detectó la conexión a internet, el sistema operativo se encargó de configurar todo y actualizar los programas y componentes del sistema de manera automática.

Sólo hizo falta buscar las aplicaciones y plug-ins no incluidos y permitir que el instalador automático dirigiera el proceso de instalación y configuración. Una vez hecho eso pudimos corroborar que el equipo funciona mejor de lo que jamás lo hizo con Windows XP. Ahora lee contenidos multimedia en todos los formatos y sin restricciones de derechos como las que limitan al usuario de Windows, aún cuando se trata de películas y discos adquiridos de manera legal.

Tengo conectividad vía Bluetooth entre el equipo y mi teléfono, y aplicaciones eficientes y fáciles de instalar o desinstalar. Ahora el único pendiente es configurar los controladores del escáner, mismo que nunca pude hacer funcionar en Windows XP pero que ahora sé tiene soporte completo en Ubuntu. Sólo falta configurar algunas variantes dentro del programa de escaneo, lo que requiere editar algunas preferencias desde la consola de comandos, razón por la que prefiero hacerlo con calma y sin prisas.

Imagino que en las próximas semanas escribiré más sobre la experiencia de usar la computadora sin Windows, incluyendo tips y recomendaciones para quienes estén considerando la posibilidad de hacer un cambio similar, o para todos aquellos que quieran probar Ubuntu, incluso sin necesidad de instalarlo en substitución de su actual sistema. Por lo pronto puedo decir que la posibilidad de dar marcha atrás está completamente descartada y que con orgullo afirmo que, al menos en casa, trabajo en un entorno libre de Windows.

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