Desde media temporada afirmé que los Patriotas de Nueva Inglaterra eran un equipo tan superior al resto de la liga que no había forma de que alguien los pudiera derrotar y que por lo tanto terminarían siendo campeones invictos. Me equivoqué. La combinación de un buen equipo y la presión en contra parecen haber sido suficiente para desafiar todos los pronósticos y truncar el sueño de una temporada perfecta.
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Antes del partido, Marshall Faulk, ex-corredor de los Potros de Indianápolis y los Carneros de San Luis, comentó que veía una diferencia entre ambos equipos, pues los Gigantes se veían relajados, felices de salir a jugar, en tanto que los Patriotas se veían tensos y preocupados.
"Los Gigantes enfrentan a los Patriotas. Los Patriotas juegan contra la historia", comentó. Y creo que en parte tenía razón. Un contrincante puede ser derrotado en el terreno de juego a base de esfuerzo y ejecución. Un obstáculo en la mente no es tan fácil de superar, y menos después de cuatro meses de tener que hacerlo semana a semana.
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Antonio Pierce, linebacker central de los Gigantes, resumió la forma en que detuvieron el ataque aéreo de los Pats de la siguiente manera: "Presión. ¿Cómo puedes pensar en lanzar un pase de 30 o 40 yardas si siempre hay alguien en tu cara?"
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Randy Moss dijo que lo que más lo sorprendió fue la intensidad con que los Gigantes salieron a jugar, y que la clave fue que nunca pudieron igualar ese nivel de intensidad. Richard Seymour comentó que la defensiva había apretado todo lo posible, pero la ejecución de los Gigantes les permitió superarlos. "Hoy fueron un mejor equipo, y ganaron merecidamente", remató.
Michael Strahan, veterano Ala Defensivo y líder moral de la defensiva de los Gigantes, había anunciado desde hace varias semanas que se retiraría al finalizar la temporada. Cuestionado al respecto luego de que su equipo lograse llegar hasta el Super Bowl, declaró que sin importar el resultado del juego, era un hecho que se trataría de su último partido como jugador profesional.
Ahora se retira merecidamente como campeón, además de hacerlo como el líder de capturas de quarterback entre los jugadores activos y dejando detrás un legado de excelencia y un joven equipo que forma parte de la tradición histórica de defensivas capaces de ganar los juegos importantes.
En NFL Network acostumbran rematar Gameday, el programa que reseña lo mejor de cada jornada, preguntando a sus colaboradores "¿Qué aprendimos hoy?", pero esta semana no fue así. Se acabó la temporada y me parece adecuado preguntarme ¿Qué aprendí esta temporada?
Que Eli Manning es un buen quarterback y puede ser un un gran líder cuando se necesita que lo sea, y merecidamente es campeón y se ganó a pulso la designación de Jugador más Valioso (MVP) del encuentro. Que sin importar la competencia, a fin de cuentas es un juego, y hace falta disfrutarlo, tanto quienes lo juegan o forman parte de su organización como quienes lo vemos. Que los jugadores veteranos siguen esforzándose porque lo disfrutan. Que la perfección puede convertirse en una dura obsesión y que el hecho de que no haya nada seguro es parte de lo que hace que el fútbol americano sea un deporte tan disfrutable.
Y se vienen los meses de sequía. Ni modo, ya vendrá otra temporada.
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