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viernes, 24 de diciembre de 2021

Die Hard (Duro de Matar, 1988)

Aunque hablar de Die Hard (Duro de Matar, 1988) como una película navideña suele ser motivo de controversia, siempre me ha gustado mucho, y aunque hace varios años que no la veía, por un tiempo fue tradición con algunos primos verla durante las fiestas en casa de mis abuelos.

La película está basada en la novela Nothing Last Forever, de Roderick Thorpe, de 1979. En 1987 20th Century Fox contrató a Jeb Stuart para escribir la adaptación y a John McTiernan (Predator) para dirigir la película. Previo a la filmación el guion fue reescrito por Steven E. de Souza, que a diferencia de Stuart sí tenía experiencia en el género de acción. Elegir al protagonista fue difícil, pues varias estrellas de la época, como Sylvester Stallone, Mel Gibson, Clint Eastwood, Richard Dean Anderson, Harrison Ford, Arnold Schwarzenegger y Al Pacino, rechazaron el papel. Además, los productores no decidían si querían un estereotipo de héroe de acción o alguien que rompiera el molde.

En aquel entonces Bruce Willis era conocido por su papel en la exitosa comedia de televisión Moonlighting (Luz de Luna), donde actuaba junto a Cybill Shepherd, y la única película que había hecho era la divertida comedia romántica Blind Date (Bella pero Peligrosa, 1987), de Blake Edwards y con Kim Bassinger. McTiernan y el productor John Silver consideraron que era una buena opción para representar al hombre común que intentaba hacer lo correcto al hallarse en el lugar equivocado en el momento equivocado.

El antagonista es el actor británico Alan Rickman, que hasta entonces sólo había trabajado en teatro, y el elenco de soporte incluye a Alexander Godunov, Bonnie Bedelia, Reginald VelJohnson, William Atherton, Paul Gleason, y Hart Bochner, entre otros. La película se estrenó en julio de 1988 y recaudó 140 millones de dólares alrededor del mundo. No sólo lanzó una exitosa franquicia de películas de acción, sino también las carreras en cine de Willis y Rickman, además de que es considerada la precursora de las cintas de acción modernas.

La historia sigue a John McClane (Willis), un detective de la policía de Nueva York, quien llega a Los Angeles en la víspera de Navidad. Lo espera una limusina, lo que lo toma por sorpresa. En el camino va charlando con el chofer, y así nos enteramos de que hace seis meses su esposa Holly (Bedelia) recibió una atractiva oferta de trabajo y se mudó a Los Angeles como directora de operaciones de una importante transnacional japonesa, y ésta será la primera vez desde entonces que John verá a su familia, por lo que no sabe qué esperar.

Al llegar a la Nakatomi Tower, John es recibido por el jefe de Holly en medio de la fiesta de Navidad de la empresa, y éste lo lleva hasta la oficina de su mujer. La incómoda situación es interrumpida para que ella dé un discurso de fin de año y John se queda sólo recriminándose mientras intenta relajarse. Al mismo tiempo un grupo de terroristas, la mayoría de ellos alemanes y bajo las órdenes de Hans Gruber (Rickman), toma control del edificio y convierte en rehenes a todos los empleados.

John logra ocultarse y escabullirse a otro piso, pero pronto descubre que no hay forma de comunicarse con el exterior, y si alguien va a detener a los terroristas, cualesquiera que sean sus planes e intenciones, tendrá que hacerlo él solo. Tras hacerse con la radio de uno de los terroristas, logra contactar a la policía local, y cuando el oficial Al Powell (VelJohnson) acude a revisar, consigue llamar su atención, provocando una violenta reacción de los terroristas, que no parecen preocupados por la presencia policiaca.

La confinada locación del rascacielos, el carácter de hombre común de McClane y el incomprensible plan del carismático Gruber hacen de Die Hard una película de acción distinta a todas las que le preceden, y al mismo tiempo que transgredió muchos de los clichés del género, transformó otros tantos y creó algunos nuevos. La influencia de la película y su lugar en la cultura pop son innegables, y no es extraño que a la fecha nuevas historias sean descritas como "Die Hard pero con _" o "Die Hard pero en _".

En su momento la película recibió críticas encontradas, con elogios para Rickman, la dirección de McTiernan y la cinematografía de Jan de Bont, y duras críticas a la trama y por la violencia que muchos encontraban excesiva. Seguro muchos se sorprenderán al saber que el trabajo de Willis resultó polarizante, pues algunos críticos consideraban que su trabajo era una bocanada de aire fresco en medio de los machos alfa que llevaban años dominando el género, mientras otros lo veían como la causa de que la película no fuese mejor.

Al parece en aquel entonces había una percepción de que el actor tenía mucho ego y se comportaba con altanería en cualquier situación. Ésa fue una de las razones por las que el estudio decidió minimizar su nombre e imagen en la campaña de promoción inicial de la cinta, y sólo se reintegraron a los pósteres y comerciales luego del éxito inicial de la cinta y el positivo boca a boca que la mantuvo en los primeros lugares de taquilla durante varias semanas. La cinta convirtió a Willis en un protagonista rentable.

Al paso de los años Die Hard ha sido reevaluada por la crítica, sobre todo gracias a las ediciones de aniversario en 2008, 2013 y 2018, y las críticas especializadas ahora muestran una abrumadora percepción positiva. En 2017 la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos eligió a Die Hard como una cinta que debía ser preservada en el National Film Registry por considerar que se trata de una película "cultural, histórica o estéticamente significativa", y suele formar parte de listas de las mejores películas de acción, y de las mejores cintas navideñas.

Para audiencias jóvenes puede resultar difícil entender el impacto de esta película en el género de acción, pero antes de su aparición el estereotipo del héroe de acción era encarnado por actores como Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenneger o Chuck Norris, machos alfa llenos de músculos y con un pasado que solía incluir una traumática experiencia en la guerra de Vietnam. Die Hard no sólo lo evade, sino que se mofa de ello, optando por un héroe que refleja al hombre común que debe lidiar con los problemas de la vida contemporánea.

Claro que a treinta años de distancia algunas de esas posturas se han desgastado, y es fácil hallar problemática la relación entre John y Holly. Él viaja para buscar a su familia y aún lleva su sortija de matrimonio, mientras ella usa su apellido de soltera y porta un rólex que simboliza su éxito en el mundo de los hombres. Para John es más fácil abrirse con Al, a quien ni siquiera conoce, que con su mujer, y lograr que ese aspecto de buddies funcione a distancia habla del carisma de los actores, igual que la relación antagónica entre John y Hans.

Además, está el tema de la ansiedad que provoca en la sociedad estadounidense la creciente presencia de extranjeros. John es como un vaquero moderno que enfrenta a invasores europeos en un edificio propiedad de una compañía japonesa, pero la película evita caer en actitudes patrioteras y esconde también poco veladas críticas al gobierno de los Estados Unidos o el nivel de competencia y capacidad de las autoridades y los medios de información, que se convierten en más obstáculos que John debe superar si espera salvar a los rehenes.

Mucho del vocabulario y actitudes de John están tomadas de viejas estrellas del western, como John Wayne, Gary Cooper o Roy Rogers, que son citados o mencionados en la película. Baste recordar que la icónica frase del "yipi-kayei, m_f_ers" viene de que Rogers solía decir "yipikayei, kids!" Más allá de la actitud y posturas del héroe, que escape al tropo del macho hipermusculoso le da un aire de vulnerabilidad que, sumado a que nos muestran que es inseguro y capaz de cometer errores, genera empatía en el espectador.

Si tomamos en consideración su rol en el desarrollo y evolución del cine de acción, el impacto en la carrera de uno de los actores más populares de las últimas décadas y esa rica variedad temática, es difícil argumentar en contra de la relevancia de Die Hard en la cultura popular contemporánea. Pero más allá de ser una entretenida película de acción con un villano memorable, llena de comentarios sobre temas como la masculinidad y los roles de género, la ansiedad hacia los extranjeros, o la venganza, Die Hard es una excelente película navideña.

Aunque la historia se aleja bastante de la trama de la novela de Thorpe, cuyo protagonista es un policía retirado de más de sesenta años que está en el edificio para ver a su hija cuando éste cae bajo control de terroristas alemanes. Cuando Jeb Stuart escribió el guion, recibió total libertad para cambiar lo que considerase necesario, pero debía conservar el escenario principal de la historia: un alto edificio en la ciudad de Los Angeles durante la víspera de Navidad. Pero, ¿basta eso para hacerla una película navideña?

Bajo la fachada de explosiones y tiroteos, Die Hard esconde temas comunes en las historias de temporada. John McClane es un hombre de la clase trabajadora que se ve separado de su familia, pero en la víspera de Navidad hace un largo viaje para reunirse con ellos. Cuando la aparición de un grupo de terroristas amenaza los planes de John de pasar la Navidad junto a su familia, se llena de dudas, pero actúa para salvar a otros. Eso plantea una historia donde el conflicto principal enfrenta a dos hombres con distintos valores.

Su antagonista es Hans Gruber, para quien las vidas de los demás no son nada comparadas con la cantidad de dinero que ganará luego de esta incursión. Se trata de un hombre educado y carismático, pero fácilmente podríamos argumentar también que el egoísmo que despliega raya en el de un sociópata. Es imposible no sentirse animado luego de ver al hombre de familia que arriesga su vida para salvar a otros vencer al ambicioso extranjero que sólo piensa en el dinero o en su bienestar personal.

Además, la película hace un gran trabajo en integrar a la historia el hecho de que todo transcurre en la víspera de Navidad. Hay personajes cantando villancicos o chiflando la inconfundible melodía del himno a la alegría. John saca de quicio a sus rivales con alusiones a la fecha. "Ya tengo una ametralladora. Jo jo jo". A menudo veo argumentos que dicen que si la película se estrenó en verano no puede ser una historia de Navidad, lo que carece de sentido, porque otros clásicos de la temporada tampoco se estrenaron en diciembre.

It's a Wonderful Life (¡Qué bello es vivir!) se estrenó en enero de 1947, y fue hasta décadas después que la televisión la convirtió en un clásico navideño. Miracle on 34th Street (De ilusión también se vive, o Milagro en la Calle 34, según la versión que encuentren), mítica película que trata sobre el juicio de Santa Claus, se estrenó en junio del mismo año, y también debe a la televisión su eterna rotación en temporada decembrina. Además, ¿no dicen que hace falta algo más que la fecha para que una película sea navideña?

Mi consejo es que en estas fechas vean las películas que se les dé la gana, ya sean clásicos incuestionables, películas de acción, horror, comedia, o incluso que no tengan relación alguna con la Navidad. Nadie debiera imponer sus ideas sobre los demás. Si son aficionados a este clásico ochentero, les recuerdo que el grupo Guyz Nite creó una canción tributo a esta saga fílmica (hace años escribí acerca de la canción y su historia), y si no la conocen creo que es buen momento para descubrirla.

Die Hard es una gran película de acción que ejemplifica lo mejor del género en los 1980, y combina comedia y violencia alrededor de dos de los actores más carismáticos de las últimas décadas. Es una muy recomendable opción para ver en ésta o cualquier otra fecha, y en México forma parte (con todas sus secuelas) del catálogo de Star+. Y si quieren saber más sobre el detrás de cámaras, o la realización de este clásico, sugiero buscar en Netflix el episodio dedicado a esta película dentro de la serie documental The Movies that Made Us.

2 comentarios:

  1. Yo si la tengo incluida en mi lista de peliculas navideñas, y es de mis favoritas.

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    1. Nunca he entendido el afán de algunos por criticar o tratar de controlar lo que los demás hacen o disfrutan. Por años la tuve como clásico anual, aunque ahora sí eran varios años de no verla.

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