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jueves, 24 de septiembre de 2020

Gerry Conway habla sobre el futuro de la industria del cómic

Gerry Conway es un escritor de cómics con más de cincuenta años en el medio. Cocreador de Punisher, Firestorm, Jason Todd y muchos otros personajes, es también recordado como "el hombre que mató a Gwen Stacy" y ha trabajado en cine y televisión.

El lunes pasado participó en Word Balloon, podcast de cómics conducido por John Siuntres, y la charla inspiró una serie de tuits publicados el martes (En YouTube pueden ver el episodio completo). La traducción es de un servidor, y quise compartirla pues me parece una válida reflexión sobre los problemas que enfrenta el cómic estadounidense, y algunos puntos que toca los he comentado en el podcast de Comicverso. Pueden seguir al Sr. Conway en Twitter como @gerryconway.

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Hablando con John Siuntres, tuvimos una conversación al estilo "qué haría si manejara el mundo" sobre el futuro de la industria editorial del cómic, y me parece que vale la pena expandir lo que dije. Así que aquí vamos.

Trasfondo: Sólo para asentar lo obvio, la publicación de cómics está en serios problemas, con un modelo de negocios que, literalmente, casi no tiene futuro. Y a pesar de ello los cómics son una fuente de propiedades intelectuales para explotarse en toda clase de medios populares y nunca ha tenido mayor potencial.

¿A qué se debe esto? ¿Por qué los cómics como medio narrativo (de superhéroes o cualquier otro tema) tienen un enorme impacto en la cultura popular pero las editoriales de cómics pasan apuros para sobrevivir? ¿Cómo es que las editoriales fracasan casi universalmente cuando se trata de publicar?

Mi respuesta básica es que persiguen al mercado equivocado. Y lo han hecho, con creciente desesperación, desde finales de los 1970.

Hagamos de lado la increíble estupidez comercial de depender de un sólo método de distribución (ventas directas a tiendas de cómics con una sola audiencia). El problema es más grande que eso: la audiencia definida para los cómics mainstream es una audiencia que por definición se encoge de forma constante.

Por una variedad de razones autoimpuestas, las editoriales han definido la audiencia primaria de los cómics mainstream como lectores a largo plazo y potenciales coleccionistas. Eso explica la política de mirarse al ombligo, la continuidad orientada a los fans, tener "eventos" tres veces al año, hacer reboots, portadas variantes dirigidas a los coleccionistas, etc.

Cada una de estas tácticas de marketing está diseñada para apelar únicamente a los lectores ya existentes. Incluso los relanzamientos, que se supone ofrecen "puntos de entrada" para nuevos lectores, requieren cierto grado de familiaridad con las versiones previas para generar interés. Las estrategias creativas existentes en las dos principales editoriales no son amigables para nuevos lectores. En todo caso, los nuevos lectores son ahuyentados de forma activa por la frenética persecución que las editoriales hacen de lectores existentes y motivados. Nuestro pequeño club está cerrado, quédense afuera.

Las editoriales, claro, no estarán de acuerdo con este análisis y dirán que siempre están en busca de ofrecer puntos de acceso a nuevos lectores. Pero cualquier vistazo serio a su oferta principal revela una marcada inclinación... de hecho diría que una muy pronunciada inclinación, a privilegiar a sus lectores existentes.

A mediados de los años sesenta, alrededor de 1967, DC ofrecía un tour semanal por sus oficinas durante el verano. Realicé ese tour (y como otros, Len Wein y Marv Wolfman entre ellos, me volví asistente regular). En una ocasión tuve una conversación eon el entonces editor Julie Schwartz. Hablábamos de una historia en Green Lantern, e hice un comentario de fan sobre lo que esperaba que sucediera. Julie hizo una pausa y volteó a verme. "¿Cuántos años tienes?" "Catorce", le dije. Sólo bufó. "Demasiado viejo. No eres uno de mis lectores". Y se fue.

Después aprendí que en DC (al igual que en Marvel), la visión mayormente aceptada que se tenía de los lectores de cómics en los años sesenta era la de niños (invariablemente varones) de entre 9 y 13 años. Lo que las editoriales hoy día llaman jóvenes lectores. Y tiene sentido. Siendo honestos, el atractivo base de las historias de superhéroes apela a esa parte de nosotros que vive en un estado onírico preadolescente y todavía no sexualizado en el que todo es posible. Es el mundo de Harry Potter and the Sorcerer’s Stone.

Al igual que con Harry Potter and the Sorcerer’s Stone (o Philosopher’s Stone si quieren verse pedantes), los adultos y jóvenes adultos también pueden disfrutar las historias de superhéroes, e incluso quieren que esas historias maduren y evolucionen, tal como lo hicieron los libros de Potter, pero... Pero...

Sin importar cuál sea el atractivo que el primer libro de Potter pueda tener para lectores mayores o ya existentes, la audiencia primaria a la pretendía llegar, y ése sigue siendo el caso, eran niños de entre 8 y 12 años de edad. Y así solía ser también con los cómics, sobre todo los de superhéroes.

Hasta que llegó mi generación.

Sí, como de costumbre, los Boomers la cagamos.

Cuando yo y mis compinches reemplazamos a los creativos que dieron a la industria del cómic gran éxito en los años sesenta, gente como Stan Lee y Julie Schwartz, trajimos con nosotros nuestra ensimismada obsesión de Boomers. No queríamos crear cómics para niños. Queríamos cómics para nosotros. Ése es el origen de la transición de cómics de superhéroes para niños en los años sesenta a los cómics para jóvenes adultos en los setenta y a los lectores adultos de los noventa y más allá. La negativa de editores y creativos, boomers como yo, a dar vuelta a la página.

Redefinimos la audiencia a que iban dirigidos los cómics, y coincidió con un cambio en la distribución que permitió que esa nueva definición se viera reforzada. El resultado es que la publicación de cómics como negocio quedó en un callejón sin salida. ¿Cómo podríamos cambiar esto?

Yo cancelaría todos los títulos actuales de superhéroes y publicaría una nueva y limitada línea dirigida a jóvenes lectores, simplificando los personajes y los argumentos, y eliminaría cualquier "evento" que requiera algo mas que una mínima familiaridad con la continuidad básica simplificada. De diez a quince títulos. Para los lectores existentes ofrecería una línea separada de novelas gráficas de mayor precio con la clase de historias expandidas y adultas que creativos y lectores quieran explorar, Pero tendría que ser algo separado y no de aparición mensual. No sería la oferta principal.

Y haría todo lo posible por poner los cómics mensuales en supermercados y cines, en cada Walmart, Target y Costco, y ofrecería servicios de suscripción a través de Amazon. Perseguiría cualquier posible vía de distribución alterna. El actual rumbo de las principales editoriales lleva a un callejón sin salida. Están cortejando a los lectores equivocados. Allá afuera hay una audiencia más grande. Sólo tenemos que ofrecerles una bienvenida.

2 comentarios:

  1. Es bastante interesante el tema si o trasladamos a escena nacional a cuantos autores de cómic para niños conoces yo solo ubico a Joshua hdz

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    1. La escena en México es aún más complicada, porque el mercado infantil es atendido por editoriales grandes, quienes consideran más fácil y barato traducir material extranjero (de éxito "probado") que invertir en producto nacional.

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