Ed Brubaker y Sean Phillips llevan casi veinte años colaborando en cómics, y prácticamente desde el principio se convirtieron en una garantía de calidad. Creadores de obras como Sleeper, Criminal, Incognito, Fatale, The Fade Out y Kill or Be Killed, este año decidieron incursionar en un género que no habían explorado: el western. Bueno, más o menos.
Max es conocido por sus historias de pistoleros del viejo oeste pero, a pesar de que los pulps como medio gozaron de gran popularidad durante mucho tiempo, para 1939, cuando sucede esta historia, ya iban a la baja, sustituidos poco a poco en la conciencia colectiva y en el gusto del público por otras formas de entretenimiento popular, como la radio y los cómics.
Max es ya un hombre mayor y a veces quisiera escribir otra clase de historias, pero su editor insiste en que se concentre en los aspectos más sensacionalistas del género, pues son los que generan el interés de los lectores, y eso es importante sobre todo ahora que las ventas van a la baja, lo que también ha repercutido en que él cada vez recibe un pago más bajo por sus historias. Luego de ser asaltado y golpeado sufre un infarto, y al solicitar apoyo de su editor descubre que este ya tiene planes para reemplazarlo con escritores más jóvenes y baratos.
Eso lo pone a pensar en el futuro, y lo que más le preocupa es dejar desamparada a Rosa, su actual pareja, y pese a su avanzada edad empieza a considerar la posibilidad de volver a hacer algo como lo que harían los forajidos protagonistas de sus historias. Eso lo pone en la mira de una figuta surgida de su pasado, y antes de darse cuenta se ve involucrado en una trama que incluye a viejos agentes de la ley, ladrones de bancos y espías nazis.
En este caso en particular, el relato se convierte además en una reflexión acerca del peso que una vida de violencia representa para aquellos que a lo largo de los años logran sobrevivir a ella, lo que es resumido en palabras de uno de los pistoleros de la historia: "No éramos héroes. Éramos asesinos. Por eso logramos sobrevivir por tanto tiempo... porque este mundo pertenece a los monstruos, aunque no debería".
A primera vista la historia puede parecer corta, pero el trabajo de Brubaker y Phillips siempre se ha caracterizado por dedicar a cada historia justo la extensión que necesita, y ésta no es la excepción. La caracterización del protagonista se da de forma clara y rápida sin necesidad de volverse expositiva, y sus decisiones y motivación son claras. El gris mundo en que vive es presentado con los muchos matices que uno esperaría de cualquier historia que pretende presentarse como ambientada en el mundo real.
El arte de Phillips es, como de costumbre, impecable, y resulta igualmente efectivo sin importar si se trata de retratar la vida en un barrio humilde de una gran ciudad a finales de los treinta, o de ilustrar una emocionante y violenta persecusión de forajidos en los agrestes territorios que rodeaban las nacientes ciudades del oeste norteamericano a finales del sglo XIX, y el color, obra de su hijo Jacob, parece integrarse mejor a su trabajo con cada nuevo proyecto en que hacen equipo.
Es una lástima que los pocos intentos que se han dado en el pasado por publicar en México la obra de Brubaker y sus varios colaboradores hayan encontrado poco éxito, así que no esperen ver esta obra publicada en nuestro país en el futuro cercano.
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