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viernes, 29 de mayo de 2020

Comicteca: The Dead Hand, de Higgins y Mooney

Durante los últimos años de la Guerra Fría, Carter Carlson fue uno de los agentes norteamericanos más importantes y condecorados, pero una misión de rutina realizada justo después del colapso de la Unión Soviética, donde debía supervisar el estado del viejo arsenal comunista, resultó en un descubrimiento que le cambió la vida y alteró el curso de la historia. Casi treinta años después, Carlson es el comisario de Mountain View, un pequeño y típico pueblo estadounidense en medio de las montañas.

Aunque, pensándolo bien, tal vez no sea tan típico. Nadie abandona nunca el pueblo, no hay visitantes, y sus habitantes tienen protocolos especiales para la aparición de cualquier forastero. Es evidente que el aislado poblado oculta un gran secreto. ¿Mencioné que Carlson no es el único exespía que vive ahí? Éste es el mundo de intriga y secretos que Kyle Higgins (Batman: Gates of Gotham, Nightwing), Stephen Mooney (Grayson, Angel, Spike) y Jordie Bellaire (Vision, Buffy, Redlands) nos presentan en The Dead Hand, una miniserie de seis números publicada por Image Comics en 2018, recopilada en un solo tomo a finales del mismo año bajo el título de The Dead Hand vol 1: Cold War Relics.

El mayor secreto militar de la Unión Soviética hacia el final de la guerra fría era el desarrollo de un sistema autónomo de represalia controlado por una inteligencia artificial, cuya misión era vengar a su nación en caso de que ésta cayera víctima de un ataque nuclear. El problema es que el proyecto tuvo éxito justo mientras su país se desintegraba a su alrededor, y alguien tenía que asegurarse de que nunca cumpliera con la misión para la que fue construido.

¿Qué tiene que ver Mountain View con todo ello? ¿Por qué hay tantos exoficiales de inteligencia viviendo ahí? ¿Y quién es Roger, el misterioso niño que se oculta en la mitad del pueblo? Todas esas interrogantes forman parte del misterio construido por Kyle Higgins en una historia que mezcla lo mejor de los clásicos del género de espionaje con una moderna estructura narrativa que resulta en una lectura envolvente y entretenida.

El título de la serie hace referencia a la función de "switch de hombre muerto" con que los sovieticos equiparon a su sistema de inteligencia artificial, el cual constituye un último recurso, una alternativa que asegure su venganza en caso de perder un eventual enfrentamiento nuclear, pues fue diseñado para activarse a pesar de que no quede una sola mano viva que pueda hacerlo.

No puedo contar mucho de la trama sin estropear la experiencia de lectura, pues los secretos que esconde la serie son revelados como si fuese un campo de minas cuidadosamente planeado, donde cada explosión sucede en el momento en que su impacto será mayor.

El arte de Stephen Mooney resulta ideal para este relato de intriga tecnológica. Su ágil narrativa le permite retratar de forma efectiva tanto secuencias de acción como escenas de la vida cotidiana en un pequeño pueblo americano, y aunque la consistencia en rostros no es lo suyo, tiene un talento especial para mostrar expresiones faciales, y el peculiar diseño de los montajes de flashbacks y escenas retrospectivas es bastante atractivo a la vista, y el resultado es una grata experiencia de lectura.

Por su parte, Bellaire confirma una vez más por qué es una de las mejores coloristas de la actualidad, adaptándose a las necesidades tonales de cada proyecto. Aquí crea un marcado contraste entre las apacibles escenas del pueblo y los frenéticos escenarios de las operaciones militares y de espionaje, pasando de una paleta a otra de una forma tan sutil que nunca se sienten como cambios bruscos.

Por momentos la historia parece abusar de ciertos clichés propios de la ficción de espionaje, pero cada vez que crees entender lo que está ocurriendo y saber el rumbo que tomarán las cosas, te topas con un giro sorpresa que te mantiene a la expectativa durante toda la serie y resulta en una experiencia de lectura increíblemente fresca sin importar cuántos relatos de espionaje hayas visto o leído. Cuando algunos de los adolescentes del pueblo se ven involucrados en el misterio como producto de su natural rebeldía y actitud desafiante hacia sus padres y las figuras de autoridad en general, eso proporciona a la historia variantes inusuales para el género.

El ritmo narrativo se acelera o alenta según lo requiera la historia, pero el inteligente manejo de la intriga logra que uno acepte las situaciones más ridículas o exageradas, y me refiero a cosas que incluso en una película de Bond podrían parecer descabelladas. Por desgracia la serie pasó casi desapercibida en su momento, y más allá de que hubo interés suficiente como para publicar el tomo recopilatorio o que éste diga "volumen 1", es poco probable que algún día veamos otras historias desarrolladas en este mundo, como me confirmó un decepcionado Higgins en su visita de este año a México.

En resumen, The Dead Hand: Cold War Relics es una fascinante lectura que hará las delicias de cualquier fan de las historias de espionaje e intriga militar, y es un cómic sorprendentemente divertido para un tema tan oscuro como el potencial fin del mundo como producto de una imparable escalada militar.


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