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lunes, 24 de agosto de 2009

Public Enemies (Enemigos Públicos)

Michael Mann es uno de los directores más respetados en la actualidad y es conocido por su habilidad técnica y por la atención al detalle en todas sus producciones, siempre preocupado por cuidar que la apariencia de sus películas sea justo lo que deseaba, ya sea una pieza de época o un drama en un entorno urbano.

Realizador de películas como Manhunter (El Sabueso), Last of the Mohicans (El Último Mohicano), Heat (Fuego contra Fuego), The Insider (El Informante), Ali, Collateral (Daño Colateral), y Miami Vice, su más reciente proyecto es el drama policíaco semibiográfico Public Enemies, estelarizado por Johnny Depp, Christian Bale y Marion Cotilliard.

Public Enemies (Enemigos Públicos) cuenta los últimos meses de la carrera criminal del famoso asaltante de bancos John Dillinger (Depp), y la implacable persecución en su contra realizada por la fuerza de tarea encabezada por el agente federal Melvin Purvis (Bale).

Mann contó además con un excelente elenco de reparto, con actores como Billy Crudup, Giovanni Ribisi, David Wenham, Stephen Dorff, Channing Tatum, Stephen Graham, Jason Clark, Leelee Sobieski, Stephen Lang y James Russo, que dan vida a un extenso pero por desgracia poco utilizado grupo de personajes de soporte.

El nombre de la película viene del calificativo usado por el FBI para indicar a los criminales más buscados, refiriéndose a ellos como enemigos públicos. En contraste con la mencionada atención que Mann presta a cada detalle de sus películas, la historia de Public Enemies se toma algunas licencias históricas con fines dramáticos al mostrar en pantalla la muerte de varios criminales en situaciones y fechas completamente distintas a como sucedieron en realidad y se concentra de forma casi exclusiva en su personaje central.

Depp hace un gran trabajo con su interpretación de John Dillinger, pues proyecta el carisma que rodeaba a la figura del legendario asaltante sin dejar de lado el aspecto de hombre duro y en ocasiones violento que uno esperaría de un criminal buscado, mientras que Bale toma con fuerza y sobriedad la tarea de dar vida al agente Purvis, personaje que a veces es visto como el villano de la historia.


Es de resaltar el equilibrio con que se presenta la imagen de los personajes principales, sin exaltar la imagen de Dillinger como héroe popular, pero tampoco condenando su carrera criminal, y de un modo similar se presenta al agente Purvis como un hombre recto y honorable, pero sin idealizar su rol de policía modelo, pues hay ligeras insinuaciones al carácter de alguien dispuesto a hacer cualquier cosa a fin de conseguir su objetivo.

Marion Cotilliard da vida a Billie Frechette, interés romántico de Dillinger, que es esta versión toma un rol mucho más duradero y prominente que el que tuvo en la vida real. Parece que Mann optó por la historia de amor como recurso para humanizar al personaje de Dillinger y evitar así la problemática de lidiar con una figura que es vista como un símbolo de su época, un héroe popular que enfrentó al sistema durante los años de la Gran Depresión.


Curiosamente, al sacudirle la etiqueta de icono social y cultural a su protagonista, Mann pierde también la oportunidad de utilizarlo como una herramienta para retratar la situación social de una de las épocas más fascinantes del siglo XX, lo que limita el alcance de lo que pudo ser una película extraordinaria y contentándose con hacer una simplemente buena.

Como era de esperar, la recreación de Chicago y algunas partes de Wisconsin como eran en los 30 está increíblemente realizada, y el trabajo del trío de protagonistas es impecable dentro de los límites impuestos por el guión. Se trata de una muy buena película que por desgracia no explora más a fondo el mundo en que se mueven sus personajes, pues enfrenta de forma irreconciliable sus facetas de docu-drama hollywoodense y pieza autoral.


A pesar de sus imperfecciones Public Enemies representa una de las películas más agradables e interesantes de los últimos meses, caracterizados por una serie de decepcionantes blockbusters veraniegos. Confirma además el status de Michael Mann como uno de los directores visualmente más interesantes que trabajan en la actualidad y deja en claro que Miami Vice fue un simple tropezón que debiera ser perdonado sin demasiado rencor.

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