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lunes, 11 de febrero de 2008

PPC: La Red y el futuro de los cómics

Hace unos días apareció la más reciente entrega de En el Confesionario, la columna de Esteban en Comicverso, que reflexiona acerca del estado de la industria en términos de su presencia en línea y la forma en que las principales editoriales han reaccionado ante la disponibilidad no autorizada e ilegal de sus productos. En vez de responderle con un largo comentario que quizás nadie leería (aunque recomiendo darle una leída a la opinión de Rodrigo Baeza en los comentarios del texto en cuestión), decidí darle seguimiento al tema en otra columna.



Mi experiencia con los cómics descargados se limita a los últimos dos o tres años, así que aclaremos algunos antecedentes. He leído cómics por casi 28 años. Aprendí a leer con ellos, gracias a que en México había un saludable mercado editorial al inicio de los 1980. Luego de una severa crisis económica y la desaparición de la gran mayoría de títulos publicados en español, regresé al mundo del cómic a finales de esa década gracias al único título sobreviviente a la crisis, El Asombroso Hombre Araña, y a un título local que alcanzó niveles de culto.

La siguiente década vio lo que en México conocemos como el "Boom del Cómic", cuando el medio alcanzó un nivel de popularidad que reflejaba algunos movimientos de la industria norteamericana, que también pasaba por una época de bonanza: la aparición de las "superestrellas" (Lee, McFarlane, Liefeld, Portaccio, etc.) y sus títulos que vendían centenares de miles de copias mes a mes; el éxito masivo de los megaeventos editoriales y, como punto más alto, la muerte de Superman y toda la atención mediática que ésta generó.

Entre 1991 y 1992 aparecieron en México varias tiendas especializadas, las cuales ofrecían comics nuevos en inglés con apenas unos días de diferencia respecto a su aparición en tiendas de los Estados Unidos. La economía controlada que prevalecía en México aseguraba un tipo de cambio irreal que permitía que los cómics resultasen bastante baratos, a grado tal que mi lista de suscripción estaba compuesta en aquel entonces por unos treinta títulos regulares además del ocasional tomo o miniserie.

La última semana de 1994 vio el colapso de la ficticia economía mexicana, con el tipo de cambio pasando de 3.5 pesos por dólar a 7-8 pesos por dólar. Obviamente eso provocó que mi lista de lecturas se viese reducida a la mitad casi de inmediato. Durante los siguientes años el tipo cambiario se fue deslizando hasta estabilizarse entre los 10 y 11 pesos por dolar, donde se mantiene desde hace unos cinco o seis años. Hoy día estoy suscrito a una docena de títulos mensuales más miniseries y colecciones.

Lo positivo del reajuste económico fue aprender a ser más selectivo y evitar caer en coleccionar por inercia. Lo negativo fue que de la noche a la mañana ya no estaba al tanto de las novedades o del status quo de los principales títulos de Marvel y DC.

Al principio bastaba con preguntar a amigos o conocidos para hacerme una idea, pero pronto los intereses de la mayoría de ellos también empezaron a diversificarse. Entonces, a principios de 1998, me encontré con el internet y con ello tuve acceso al más grande repositorio de información del mundo.

Sitios especializados había pocos, pero los foros de discusión y grupos de fans abundaban, así que una vez más podía mantenerme al corriente de las cosas sin desangrar demasiado mi economía. Tiempo después empezaron a circular rumores de una aplicación llamada C++ con la cual era posible intercambiar y compartir archivos entre grupos con gustos afines, incluyendo cómics escaneados. Nunca ahondé demasiado en el asunto por las limitaciones de mi computadora de aquel entonces.

Pero el tiempo siguió corriendo y con el nuevas formas de usar la tecnología en beneficio del fandom. Sistemas de gestión de archivos como BitTorrent y toda clase de sitios que ofrecían discos duros virtuales facilitaron la creación de comictecas en línea. Ahora era posible descargar y leer prácticamente cualquier cómic publicado por Marvel o DC Comics unos días después de su aparición en los estantes de las tiendas estadounidenses.

En un principio ignoré por completo la idea, pues me bastaba con leer los títulos que compraba e informarme en los sitios habituales sobre los que no. Hasta que empezaron a aparecer títulos menos conocidos o historias antiguas que no pude leer en su momento, y fue entonces que me uní a los miles de fans alrededor del mundo que descargan cómics para leer en la pantalla de sus computadoras. Y es ahí donde viene el dilema moral.

Descargar material protegido es ilegal y afecta la economía de las editoriales, que deben cubrir costos de producción, desde los salarios de los creativos hasta gastos de publicidad, publicación y distribución, más todo lo que implica mantener en marcha una empresa. Si los costos de operación se elevan, el precio del producto también. Así que si miles de lectores optan por leer los cómics sin invertir un centavo en ellos, provocan que el precio se incremente, lo que causa que más lectores dejen de comprarlos y los descarguen de la red, creando un círculo vicioso que no puede acabar bien para la industria.

Es cierto que la disponibilidad del material en línea puede usarse con fines promocionales para apoyar las ventas de las ediciones físicas, pero también es un hecho que la facilidad y rapidez con que se puede acceder al material representa una tentación a la inversa. ¿Para qué pagar por algo que puedo leer gratis? La romántica idea de que los verdaderos fans siempre preferirán (emos) los cómics impresos en papel no es nada más que eso, una idea romántica.

Hace un par de años, en su columna Lying in the Gutters, publicada a través de ComicBookResources.com, Rich Johnston escribió una serie de datos sobre los cómics disponibles en línea, y señaló que el 72% de la producción histórica de Marvel Comics (más de 60 años de producción editorial) estaba escaneada y lista para descargar, cifra que se iba al 83% si contaba sólo el Universo Marvel tradicional (desde 1961), en tanto que para DC las cifras eran un poco menores. No hay razones para pensar que en estos dos años haya ocurrido algo que lleve a disminuir esas cifras, e incluso sería realista pensar que en la actualidad son más elevadas.

Johnston cerraba haciendo un llamado a las editoriales a trabajar en un sistema para ofrecer su material de forma legal a un precio accesible antes de que fuera demasiado tarde. Y la respuesta tardó dos años en llegar, al menos en parte. Hace unos meses Marvel lanzó Marvel Digital Comics Unlimited, un servicio de suscripción que permite a los usuarios acceder a miles de cómics de los archivos de la Casa de las Ideas. No se trata de descargas, pues funciona como un visor de cómics dentro del navegador web.

El servicio ofrece suscripciones mensuales por 10 dólares o anuales por 60 dólares (US$5 por mes) sin límites de uso. Joe Quesada, Editor en Jefe de Marvel Comics, comentó su postura respecto a los comics digitales a fines de 2005:

"Mi generación y las anteriores descubrimos los cómics en los estantes, los descubrimos en las tiendas y los podíamos hallar como coleccionables marcados o tesoros sellados en mylar. Así es como yo los descubrí y por eso los prefiero de ese modo. Pero llegará un momento en que, para algunos niños, la primera vez que lean un cómic será en su computadora, o en su teléfono o PDA. Y para ellos será normal. Los fans siempre preguntan como podríamos bajar el precio de los cómics, y ésta podría ser la forma de hacerlo. Sin costos de impresión, mínima distribución y nada de embarques."


Evidentemente el servicio estaba en preparación desde entonces. Y sin embargo, Quesada ya hablaba sobre las posibilidades del mundo digital para la industria del cómic.

"Creo que los cómics en este formato pueden llegar a convertirse en algo como animaciones semanales que uno puede leer pero también ver. Los medios electrónicos están creciendo tan rápido que pronto será posible tomar el arte de John Romita y animarlo rápidamente hasta el punto en que los cómics y sus historias lleguen al público como cortometrajes animados. Los cómics tendrán que adaptarse a la próxima revolución mediática, así que esto representa otro paso en esa dirección."

En lo personal no veo tan cercano el día en que los cómics dejen de ser arte secuencial, además de que, en mi opinión, dejarían de ser cómics. Pero Quesada mencionó algo muy importante: la necesidad de adaptación. La industria musical, los medios impresos (periódicos y revistas), y, en menor medida, la industria cinematográfica, están pasando por momentos difíciles porque su velocidad de respuesta ante la necesidad de adaptarse no fue la mejor. Los cómics tienen un mercado y una audiencia más reducidos y prácticamente cautivos, lo que ha impedido que el impacto sea el mismo.

No sé si la respuesta de Marvel sea la más adecuada, pero me parece que se trata de un buen comienzo. Y creo que es importante para la industria que tenga éxito. Porque si resulta ser una alternativa viable, otras editoriales, empezando por DC, seguirán su ejemplo. Porque su éxito representaría alternativas en un mercado donde las variantes parecían agotadas. Porque puede crear una audiencia totalmente nueva que no tenga que rastrear una tienda de cómics o sufrir la experiencia de visitar una por primera vez. Y porque los ingresos constantes pueden evitar iniciar una guerra contra la distribución ilícita, arriesgando en el proceso la existencia de un mercado digital.

Recuerden que estoy abierto a sus comentarios, opiniones, quejas y sugerencias en el enlace correspondiente.


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