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jueves, 30 de marzo de 2006

El futuro de los cines

Este era un extenso post (quienes hayan seguido mis textos aquí o en algún otro blog saben que si digo extenso es en serio) en el cual comentaba sobre las películas piratas filmadas durante una proyección y sobre las medidas que la Asociación Nacional de Dueños de Cines (NATO) en los Estados Unidos ha iniciado para tratar de combatir esa práctica.

Procedía entonces a desmenuzar los por qué de su estrategia condenada al fracaso y algunas de las posibles causas para éste. Me mofaba de algunas de sus sugerencias y de sus tips de entrenamiento a los empleados para detectar cámaras en las salas. Me quejaba de la poca calidad en la realización de las producciones hollywoodenses. Pero ese era otro post y no pienso volver a escribirlo.

Pero algo que si quiero conservar de aquel texto pedido es que recogía como cita el siguiente párrafo que encontré en el mismo sitio de la NATO:
The average major motion picture cost $98 million to make and market domestically in 2004. Six out of ten movies never recoup their original investment.
O lo que es lo mismo: El costo promedio para hacer y promocionar una película (sólo en los EU) durante 2004 fue de 98 millones de dólares, y seis de cada diez películas jamás recuperan esa inversión. Lo que, de ser cierto, según yo quiere decir que
  • a) la industria es dirigida por modernos mecenas cuya única preocupación es la difusión del arte y la cultura,
  • b) la industria es dirigida por un montón de idiotas con mucho dinero (aunque a ese paso no les durará mucho) incapaces de servir a su mercado o de desarrollar un esquema de negocio eficiente, o
  • c) la industria no tiene dirección y vive bajo la noción de que un par de nombres, mucha cobertura de prensa y una fuerte inversión son suficientes para hacer una buena película y recuperar rápidamente su inversión.
Lamentablemente estoy seguro de que la respuesta no es a), quisiera pensar que no es b) -sería demasiado deprimente- y sospecho que c) está dejando de ser la norma y eso es lo que tiene a los grandes estudios al borde del pánico. Lo peor es que lo primero que dejó de importarles fue la parte de hacer una buena película.

Casi para cualquier género de cine se encuentran ejemplos de buenas películas hechas con mucho menos inversión que alguna superproducción similar: Enemy at the Gates y Pearl Harbor. Hellboy y Fantastic Four. Heist y The Score. Serenity y cualquier precuela de Star Wars. En todos esos casos la película de menos presupuesto resultó ser una mejor película. Tal vez no les fue tan bien en taquilla como a las otras, pero había menos inversión que recuperar y los productores no perdieron dinero.

Y la verdad es difícil saber quien está más desubicado sobre los requerimientos de su negocio, los estudios y casas productoras, o los dueños de las salas de exhibición. Estos últimos han hecho toda clase de movimientos extraños, la mayoría de ellos tratando de complacer a los estudios de Hollywood, y cuando la gente deja de asistir al cine culpan a la piratería, al internet, la televisión, los videojuegos, etc. Nunca a los estudios que les proporcionan el material de exhibición. 

Recientemente anunciaron el proyecto de usar sus salas para presentar eventos deportivos y conciertos en 3D durante los días de más baja asistencia. Esperan poder contar con los proyectores adecuados para el 2007.


Lo que me lleva a pensar que nunca se han preguntado seriamente cual es su futuro como negocio. Empezando por la calidad del servicio que ofrecen. No basta con tener macropantallas, sonido digital, butacas reclinables y una dulcería de lujo. La experiencia de ir al cine en estos días puede convertirse en un tormento, mayormente por la falta de cultura de muchos de los asistentes. Colas para entrar, gente usando el celular a media película, o simplemente conversando durante la misma.

Yo tenía la noción de que todo esto era parte de un problema particular de México, pero es evidente que no es así. John Rogers escribe al respecto en su blog (en inglés) y propone la contratación de personal para controlar el uso de los teléfonos y buscar que se guarde silencio en las salas durante una función. Y tal vez sería una buena idea.

Hace varias semanas escribí un poco sobre la propuesta de negocio desarrollada por Mark Cuban, Todd Wagner y Steven Soderbergh, y sigo pensando que ellos tienen más idea de hacia donde va la industria cinematográfica que los miembros de la NATO o la misma Motion Picture Association of America (MPAA).


Lo usual es que un video pida apagar los celulares y guardar silencio, pero el público hace caso omiso de los mismos. En las últimas semanas incluso han empezado a aparecer algunos videos de los (en mi humilde opinión, insípidos y sin gracia) Huevos de Huevocartoon.com, en los cuales, a partir de un chiste, se busca pedir a la gente que apague sus teléfonos antes de que empiece la película. Yo he visto a mucha gente riendo, pero a nadie apagando su aparato.

A fin de cuentas, tal y como concluye Rogers, los asistentes a cines, quienes se supone somos el público al que buscan servir y complacer, sólo queremos ver la película. ¿Es demasiado pedir poder hacerlo cómodos y en silencio?

Y pensar que mi post original era más extenso...

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